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Sabia no es la persona que tiene una mente enciclopédica y es capaz de memorizar, retener y recitar un gran cúmulo de conocimientos. Si en eso consistiera la sabiduría podríamos decir que internet es muy sabio, porque contiene tanta cantidad de información que podríamos llenar el mundo entero con los datos de que dispone.
La persona inteligente parece guiarse más por la eficiencia, mientras que la sabia se rige por el reino de los valores y la experiencia. La sola inteligencia infla el ego, pero la sabiduría comprende y ayuda a tomar las mejores decisiones. Se afirma que el inteligente sabe lo que dice, y el sabio sabe cuándo decirlo. No obstante, no conviene enfrentarlas, ambas son necesarias para conservar el equilibrio de la persona.
La parábola de la flor es un antiguo ejemplo inspirado en una leyenda árabe sobre la reina de Saba y el rey Salomón, la cual dice que en una ocasión se reunieron para demostrar quién era más sabio.
La reina le propuso un enigma. Lo llevó a una habitación de su palacio llena de flores artificiales y le dijo: “Una de estas flores, sólo una es de verdad… ¿sabrías decirme cuál?”
Salomón miró con mucha atención y no percibió ninguna diferencia aparente entre las flores, a pesar de emplear todas sus fuerzas y su concentración. Entonces, como estaba sudando, le dijo a la reina de Saba:
“Tengo mucho calor, ¿puedes pedirle a uno de tus sirvientes que abra una ventana para que corra el aire fresco?” La reina ordenó que se abriese una ventana.
“He aquí la verdadera flor”, dijo el rey un momento después. No podía equivocarse. Una abeja que entró por la ventana se había posado en la única flor de verdad.
¿Cultivo la sagacidad del sabio?