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"ÉTHOS"

"La sabiduría de los hombros"

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    rfonseca@noroeste.com

    rodifo54@hotmail.com

     

    No vaya a pensar el lector que nos equivocamos al escribir el título de la presente columna; no quisimos decir la sabiduría de los hombres, sino la sabiduría de los hombros, lo cual tal vez parezca una soberana estupidez.

    Lo primero que debemos tener presente es que hubo un filósofo llamado Aristocles Prodos, a quien se conoce más bajo el apodo de Platón, debido a sus anchas y fornidas espaldas. Recuérdese que, a un hueso ancho y aplanado de la parte superior de la espalda se le conoce como omóplato (según la grafía latina y omoplato, de acuerdo a la griega).

    Cuando cursé primaria, hace ya varias décadas, me enseñaron a escribir homóplato, pero la Real Academia de la Lengua Española desconoce este término con la “h”. En cambio, el Diccionario Panhispánico de Dudas, sí corrige este error.

    Volviendo a Platón, fue un gran filósofo, alumno de Sócrates y maestro de Aristóteles. De hecho, Sócrates no escribió nada y lo que conocemos de su filosofía nos fue legado por Platón. Por eso, con gran justicia se conocen como “Diálogos Platónicos” las conversaciones que Sócrates sostuvo con diferentes interlocutores.

    En el Siglo 12, Bernardo de Chartres resaltó una importante función de los hombros: “Somos enanos encaramados a hombros de gigantes. De esta manera, vemos más y más lejos que ellos, no porque nuestra vista sea más aguda sino porque ellos nos sostienen en el aire y nos elevan con toda su altura gigantesca”.

    En el siglo pasado, Paul Anka interpretó una canción titulada: “Pon tu cabeza en mi hombro”. Efectivamente, la sabiduría de los hombros radica en su capacidad para brindar consuelo, para permitir que alguien se apoye en ellos cuando sufre una pérdida o tiene una aflicción.

    ¿Ofrezco la sabiduría de mis hombros?