Editorial
Hace meses se viene repitiendo la misma pregunta y cada vez que tenemos un hecho violento de alto impacto, la interrogante cobra más fuerza: ¿Cuál es la estrategia de seguridad del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador?
Después de un año de Gobierno, de la creación de la Guardia Nacional y de varias masacres, nadie en este País sabe con certeza cuál es la mentada estrategia para enfrentar a la delincuencia organizada.
La pregunta, incluso, ya traspasó la frontera, Estados Unidos comienza a preguntar con insistencia por la estrategia que debería de haber llegado con el nuevo Gobierno, sin embargo, seguimos sin respuesta.
El Presidente ha tratado de responder a la inquietud dentro de su discurso interminable, ese que se activa cada día en “La Mañanera” y que intenta responder a todas las preguntas que pueda tener un mexicano, aunque difícilmente el discurso se convierta en una realidad.
Además, ocurre algo que se ha ido repitiendo con el paso de los meses, López Obrador promete algo en su discurso y los mexicanos terminan transformando sus promesas en memes y parodias, pero fuera de eso no pasa nada, o lo peor, sigue pasando lo mismo que ya pasaba con sus antecesores.
Y mientras el tabasqueño sigue hablando y prometiendo por las mañanas, a mediodía las estadísticas lo desmienten y por la noche tenemos en las calles la violencia que seguirá alimentando más discursos y más promesas.
El Presidente asegura que la violencia no puede enfrentarse con más violencia, algo que la ciudadanía entiende, el problema es que la delincuencia organizada no lo hace, ni lo entiende ni lo comparte.
Creemos que el Gobierno de López Obrador tiene derecho a imponer su propia visión, probar cosas nuevas, apostarle a la estrategia que considere correcta, las urnas le dieron ese derecho, el problema es que hasta ahorita ni siquiera han demostrado que tengan una.