Editorial
El virus del Covid-19 amenaza con destrozar hasta al más cuerdo, cada decisión se torna difícil, riesgosa y hasta polémica.
La reapertura casi total del sector económico de Sinaloa ha despertado las enormes diferencias entre los diferentes actores políticos, económicos y sociales, casi siempre provocadas por el miedo y la incertidumbre.
¿Abrir o no abrir los sectores económicos? Esa ha sido la cuestión en las últimas semanas. Por un lado las autoridades preocupadas por el rumbo de la economía, por el otro las autoridades de Salud.
Esta discusión no es exclusiva de los que mandan, también el pueblo discute, polemiza, reclama. Por un lado los que ven cómo sus negocios se desploman, por el otro los que temen que el contagio termine con su vida o con la de sus seres queridos.
También están los que no creen en el virus, los seguidores de las conspiraciones, teorías, miedos y toda esa basura que circula por las redes, pero en cuanto ven la cercanía del virus terminan siendo, ya no creyentes, sino víctimas del Covid-19.
Lo que pasó en el Cabildo de Culiacán fue una muestra más de la división entre los que mandan. Un grupo de regidores atacó al Alcalde Jesús Estrada Ferreiro porque se abrió el Centro de Culiacán.
Los regidores y la Síndica Procuradora están en contra de la medida y consideran que el Gobierno terminó claudicando ante la presión de los comerciantes, pero la verdad es que la apertura es prácticamente en todo Sinaloa, no nada más en el Centro de Culiacán.
Lo irónico del asunto es que en la era de la información, cuando solo basta encender el celular para tener millones de datos y noticias, sobre el virus casi nadie sabe nada.
Las decisiones se están tomando más por necesidad que como resultado de acciones concertadas entre los diferentes sectores.
Además, si esperamos a que haya consenso en un tema tan polémico como una pandemia, no avanzaríamos ni un milímetro.