ramirezleond@hotmail.com
Estamos viviendo el inicio del proceso electoral 2020-2021, en el que poco más de dos millones doscientos mil ciudadanos sinaloenses podremos participar en la elección del 6 de junio, para elegir gobernador, dieciocho presidentes municipales, cuarenta diputados locales, ciento cincuenta y tres regidores y dieciocho síndicos procuradores.
Concurrentemente, en catorce entidades federativas se elegirá al titular del Poder Ejecutivo y en el resto del país, se votará también la renovación de la Cámara de Diputados, por lo que en Sinaloa elegiremos a siete legisladores federales.
De acuerdo al padrón electoral del INE, podrán votar más de noventa y tres millones de ciudadanos mexicanos, lo que ubica la elección como la más grande de la historia. Y si a ello agregamos que el actual proceso se realiza en medio de la pandemia por Covid-19, la complejidad electoral es aún mayor y la incertidumbre el sello distintivo de esta elección.
Sin embargo, todo parece indicar que vivimos tiempos de una democracia fuerte, caracterizada por la activa participación política en masa, de ciudadanos y ciudadanas que reducen a nada la eventual capacidad movilizadora de los partidos políticos, lo que presumiblemente configura la continuidad de la transición política, votada en 2018 a favor de Andrés Manuel López Obrador y del nuevo régimen que el gobierno morenista supone.
No obstante, a diferencia de la elección pasada, la actual en desarrollo es eminentemente local y sin AMLO en las boletas los resultados podrían ser otros. Lo cierto es que el rechazo popular hacia los partidos tradicionales, PRI-PAN-PRD, hoy unidos en abierta alianza, alcanza cifras de dos dígitos. Quizá por ello, no son pocos los políticos que se muestran dudosos de someterse a las urnas, dado que olfatean una nueva derrota electoral, aun con la alianza.
Sobre todo cuando existe el antecedente de dos recientes elecciones que reflejan el interés de los sinaloenses por la alternancia, con elecciones altamente competidas. En 2004, por ejemplo, el candidato del PRI, Jesús Aguilar Padilla, ganó la elección con el 46.86 por ciento de los votos, frente a Heriberto Félix Guerra, del PAN, que alcanzó el 45.61 por ciento de la votación, tan sólo 1.25 por ciento de diferencia. Esa ha sido la elección más cerrada en la historia electoral sinaloense.
Luego vino la elección de 2010, y si bien la diferencia fue más amplia, el proceso electoral estuvo plagado de prácticas antidemocráticas y violentas. Mario López Valdez, candidato de la alianza conformada por el PAN, PRD y Convergencia, obtuvo 576 mil 431 votos (51.84 por ciento); mientras Jesús Vizcarra Calderón, candidato del PRI, el Partido Verde y Nueva Alianza, alcanzó 515 mil 483 votos (46.36 por ciento).
Desde entonces, Sinaloa probó amargamente la alternancia política y se convenció que en los hechos no hubo tal. Votó sólo por siglas y colores diferentes. Las prácticas políticas prevalecieron. La corrupción, la firma indeleble. Ahora los partidos tradicionales se unen no por los errores del gobierno morenista, sino justamente por sus aciertos.