Editorial
La pandemia del Covid-19 ha dejado al descubierto, alrededor del mundo, la crisis por la que atraviesa el sector salud en diferentes países: no se cuenta con la capacidad suficiente para atender al número de enfermos y no todos los enfermos tienen posibilidades de acceder a la atención médica, aún en momentos de urgencia.
Y también ha revelado otra crisis: la económica, de por sí deteriorada por reacomodos del mercado internacional. Y en México no ha sido la excepción: casi no crece, no hay inversiones, circula menos dinero y se pierden más empleos.
Junto con todo esto, hay otra que se ha dado de manera silenciosa, que afecta a quienes llegan a padecerlo de manera directa: la de los altos precios de los medicamentos.
Porque sí, en medio de la crisis de salud y en la urgencia de recibir la atención médica necesaria para aliviarse, los precios de los medicamentos en México se han elevado de manera considerable.
La demanda de ciertos medicamentos, algunos por recomendación de boca en boca, ha crecido a partir de que una parte de la gente ha optado por asistir a un médico particular en lugar de las instituciones de salud públicas.
Y es razonable que quien tenga la capacidad económica para recibir atención médica privada, pueda recurrir a ella. Pero lo que no se entiende es cómo las farmacias han elevado los precios de algunos medicamentos necesarios para atender los síntomas del Covid-19, que incluso llegan a incrementarse hasta cuatro veces.
Pero también, lo que no se entiende, es que las autoridades responsables de vigilar los derechos de los consumidores, mantengan hasta ahora una actitud pasiva ante esa situación.
Una crisis revela a otra y así ha pasado con el Covid-19. Pero ante esta pandemia, lo mejor es apelar a la prevención: cuidarse, mantenerse en casa, alimentarse bien y evitar exponerse a situaciones de contagio. Y si hay sospecha de algún síntoma, acudir al médico a tiempo, antes de que las cosas se compliquen.
Hay que evitar más crisis.