La jornada electoral del primero de julio de 2018 modificó por completo el mapa político en México. Para Andrés Manuel López Obrador y Morena significó un apabullante triunfo que le ha permitido ir construyendo lo que describe como la “cuarta transformación de la vida pública”. Para sus adversarios, en cambio, se tradujo en una debacle que los borró del mapa político y, de paso, hizo añicos a sus partidos, lo que los ha llevado al entumecimiento y desvarío.
Sin embargo, en medio de la actual pandemia por Covid-19, poderosos personajes del ámbito empresarial y religioso, identificados con posturas conservadoras, así como intelectuales orgánicos, algunos periodistas y propietarios de medios de comunicación, se han venido integrando en torno a objetivos comunes: su inconformidad con las políticas de bienestar social, con los proyectos de infraestructura y con el fin de la condonación fiscal, políticas todas implementadas por el Presidente López Obrador.
En su legítimo derecho, en repetidas ocasiones se han movilizado en caravanas vehiculares, expresando su deseo para que el Presidente abandone Palacio Nacional. El politólogo italiano Giovanni Sartori afirmaba que las oposiciones que menos esperanza de gobernar tienen se comportan de forma menos responsable, mientras que aquellas que saben que tienen que rendir cuentas lo harán responsablemente. La afirmación nos lleva a pensar en las múltiples oposiciones que existen. ¡Qué bueno! La salud de la democracia las requiere. ¡Faltaba más! Hoy día, como nunca antes, la diversidad y el pluralismo político se vive intensamente. Tenemos a gobernadores, alcaldes, senadores y diputados locales y federales, de distintos partidos políticos al del Presidente de la República. Por ello, oficialistas y opositores deben asumir la responsabilidad de su colaboración y explicar ampliamente el porqué de sus desacuerdos.
La oposición radical de este país nos debe explicar su narrativa. El porqué un día, a principios de marzo, de manera muy temprana, sale a exigir que se cierre la economía y se bajen las cortinas de los pequeños establecimientos dado el riesgo en que se ponía la salud de las personas. Hoy afirman que la situación económica es preocupante y que los negocios deben reabrir.
Cuando los negocios cerraron, la oposición radical expresó preocupación por las pequeñas y medianas empresas y llamó al Presidente a financiarlas. Por su parte, el gobierno anunció que otorgaría un millón de créditos a pequeños establecimientos familiares y aprovechó para pedirles su colaboración a fin de que 15 grandes empresarios que debían 50 mil millones de pesos al erario, lo hicieran, con los cuales, dijo, se podrían otorgar no uno, sino tres millones de créditos. Cuando la oposición radical señaló la falta de camas para atender a pacientes con Covid-19, el gobierno señaló que en efecto, se habían heredado instituciones de salud deplorables y más de trescientos hospitales sin concluir. No obstante, a través de la actividad legislativa el Presidente impulsó reformas constitucionales para que la atención médica y los medicamentos se otorguen de manera gratuita a toda la población, lo cual, paradójicamente fue votado en contra por los opositores.
Nuestra democracia requiere una sólida oposición. No basta hacerse oír, recurrir a la crítica, a la denuncia pública, toma de tribunas o a la movilización. La oposición requiere legitimidad y autoridad moral, que vea por el bien común y no sólo por sus propios bolsillos
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