"La nueva política económica en los tiempos del coronavirus"
En 2013, tuve la oportunidad de realizar un viaje en tren por el viejo continente. Lo hice al lado de mi hermana y un grupo de jóvenes. Fue un recorrido rápido pero lleno de sustancia. La logística para hacerlo nos permitió ahorrar varias noches de hotel. Dormíamos en los trenes y desafiando a la autoridad nos aseábamos en los baños, mostrando una gran habilidad de contorsionistas. Una toalla cortada en trozos y abundante agua y jabón, nos era suficiente. Por las noches, durante los trayectos de una ciudad a otra, planeábamos los destinos, revisábamos rutas y conexiones del transporte. Echábamos un ojo a la historia, cultura, situación económica, social y política de cada ciudad. Leíamos y reflexionábamos sobre sus penas y glorias. Con escozor observábamos sus sangrientas y pírricas guerras, de las que dan cuenta infinidad de monumentos y testimonios. La barbarie abrió paso a la civilización primermundista. La caída de los muros y de las armas y el levantamiento de la bandera de la Comunidad Europea, tiene su mayor acierto en la conquista de la paz. Por ello, tienen una amplia consciencia de “lo público” y de las ventajas sociales de construir sociedades con altos índices de equidad. “¿Qué nos hace diferentes?”, nos cuestionábamos una y otra vez y la respuesta nos llegaba por las noches antes de dormir cuando escuchábamos la playlist del irreverente Molotov: “hay que arrancar el problema de raíz y cambiar al gobierno de nuestro país... somos pobres, nos manejan mal”. No teníamos duda. Esa era la solución. En México, las jornadas laborales no son las más cortas del mundo, por el contrario, la gran mayoría de la gente, en los hechos, vive trabajando, no cuenta con seguridad social y de la pobreza no sale. A diferencia de los trabajadores europeos que tienen las jornadas laborales más cortas y los salarios más altos del mundo.
Por ello, cobra sentido la declaración de la Canciller alemana, Angela Merkel, que en febrero pasado durante un encuentro en Berlín con el Presidente argentino, Alberto Fernández, sostuvo que “Uno de los problemas de América Latina es que los ricos no quieren pagar nada”. La frase es durísima y se da en tiempos de la pandemia del Covid-19, que desnuda las desigualdades sociales y crudamente visibiliza a la cúpula empresarial mexicana que mantiene una insólita presión mediática contra el Presidente Andrés Manuel López Obrador, con la finalidad de que éste opte por endeudar al país para financiar a las más grandes empresas privadas a consta del presupuesto público y de la mayoría de los mexicanos.
La respuesta del Presidente López Obrador, es el ensayo: “La nueva política económica en los tiempos del coronavirus”, en el que refrenda su ideario político y el modelo de país basado en cinco principios rectores: democracia, justicia, honestidad, austeridad y bienestar, que habrán de lograrse con un plan de gobierno que acabe con la corrupción y la impunidad.
En el documento, Andrés Manuel asegura que no puede excluirse la democracia de la economía y que la democracia implica, en primer lugar, el respeto al mandato del pueblo. En 2018, treinta millones de electores votamos convencidos, para decirlo en una frase, que por el bien de todos primero los pobres. Por ello, AMLO aprovecha y sentencia: “La separación entre el poder económico y el poder político se está convirtiendo en una realidad; poco a poco nuestros adversarios tendrán que entender que ningún grupo, por importante que sea, seguirá conspirando contra la paz social en beneficio propio. Nada ni nadie puede valer más que el bienestar y la felicidad del pueblo. El nuevo gobierno democrático garantiza las libertades; cada quien puede dedicarse a la actividad que más le satisfaga y convenga y es libre de expresar sus puntos de vista. Pero obviamente todos tenemos que ceñirnos a la legalidad y a reglas claras; se pueden hacer negocios, pero sin influyentísimo, corrupción o impunidad, el presupuesto es realmente público; se da preferencia a los pobres; se cuidan los recursos naturales; la riqueza de la nación y los frutos del trabajo de los mexicanos se distribuyen con justicia, y no se permite que los privilegios de pocos se sustenten en la opresión, la inseguridad y la miseria de millones de mexicanos”.
Desde luego que los señores del dinero no se convencerán con los argumentos éticos que les propone el Presidente para construir un sistema económico más justo, que distribuya más equitativamente el presupuesto público. Pero también es cierto que difícilmente el pueblo aceptará renunciar a los derechos que hoy día tiene, luego de la reforma al artículo 4º constitucional, que otorga pensiones a todos los adultos mayores del país, así como a niñas y niños pobres con discapacidad, becas a estudiantes de escasos recursos económicos y atención médica y medicamentos gratuitos para todos los habitantes del país.
La cuarta transformación está en marcha, afirma el Presidente, y el objetivo es construir el Estado de bienestar que proteja a las personas a lo largo de la vida, como en Europa, desde la cuna hasta la tumba.
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