Hace unas semanas, en una edición por Internet llamada Antología internacional, cuento, poesía, ensayo y narrativa, Covid-19, 30 plumas de varios países, reconocidas por su gran trabajo literario, decidieron escribir sobre su experiencia ante el virus que estamos padeciendo y que, para muchos, es el peor año de su vida, que experimentan muchas familias a nivel internacional.
Al revisar y leer los textos publicados, me llevé la sorpresa que, la talentosa escritora Julieta Montero escribe una carta, que le agradezco el detalle, en donde describe todo lo que ella siente en este confinamiento, cuáles son sus sentimientos y por lo que le pasa en su mente ante lo que nunca nadie habíamos vivido y remata la carta con un gran poema que me sacudió, un poema que
lleva el tema de la muerte, pero la muerte del presente, la que experimenta en estos momentos.
Estamos viviendo con miedos, sobre todo miedo a la incertidumbre de no saber qué está pasando y ni siquiera tenemos la mínima idea de cuándo terminará esta odisea llamada Covid-19, quisiéramos saber la fecha de finalización, pero aún no se sabe, lo importante es crecer en este tiempo, salir adelante, ver nuevas oportunidades, el mundo se estremeció y todas las piezas perdieron su lugar, pero poco a poco nos iremos recuperando. Por lo pronto los invito a leer lo que escribió Julieta.
Mazatlán, Sinaloa a 13 de julio de 2020
Apreciable Octavio:
Desde hace cuatro meses estoy en casa. Ayer domingo salí por primera vez. La banqueta extrañaba mis pasos, las calles mi caminar y mis pulmones el olor salobre de la brisa del mar; así que decidí tomar precauciones elementales como tapabocas, gel, vidrios arriba en el coche y me lancé como a una expedición.
Mi experiencia fue como un viaje espacial, flotaba dentro de una nave a la deriva y desde las alturas tuve una visión triste y apesadumbrada de la tierra.
Me dolió lo que vi: el centro desolado, casas muertas, comercios desahuciados, iglesias cerradas, un malecón a media vida, plazas comerciales solas como islas en medio del Pacífico y la tarde gris, densa y muy cansada; la ciudad en sí muy desaliñada, un poco sucia, terregosa, casi diría que indigente.
Me cuestiono: ¿sería esa visión producto de mi miedo al contagio de esta pandemia?
Lo que si sé, es que regresé triste, dolida, llena de estrés, angustia, ansiedad. Mejor hubiera permanecido en casa, así estaría todavía ciega y hubiera continuado siendo sorda y muda a los efectos del Covid-19.
Ahora solo trueno mis dedos para ahuyentar esta mala vibra, creencia de antepasadas tribus.
¿Crees que deba volver a salir a enfrentar esta realidad hasta que la acepte estoicamente?
Me siento sola en mí y conmigo y mis ojos se llenan de agua, mis palabras zumban con el sonido sordo de la muerte.
La muerte zumba
1
La muerte zumba como agua en el arroyo
y cuesta abajo cae desenfrenada.
Aquí está delante de nosotros
a la vuelta de la esquina
a tres cuadras
en todas las colonias
en el trabajo
en cualquier oficina.
El rostro del Covid cubre su rostro
y un ropaje de fuego la consume.
En el aullido del viento
viaja el lamento como perro herido
y en lluvia las estrellas se desprenden del cielo
y vuelven a surgir otras.
La muerte zumba
zumba
zumba
de sangra por dentro con su llanto interno.
2
Ya no se siembran los cadáveres en la tierra
en una pira moderna llamada crematorio
danzan las almas
hasta quemarse los cuerpos.
Ya no existe cupo en hospitales
el camposanto se saturó de muertos
los hogares se volvieron tumbas
sin ruidos de carretas que sepultan.
Ya no hay más lágrimas
todos los dolores se acabaron
se desangró el mundo por completo
en este virus que se puso una corona.
Por siempre
Julieta Montero.
Octavio Robledo L.
Psicólogo clínico - Tanatólogo
Teléfono consultorio 669 982 5236
Fb tanatólogo Octavio Robledo