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El resultado electoral de julio de 2018 fue un balde de agua fría para la clase política tradicional que no ha logrado superar el entumecimiento. A dos años de distancia y de cara a las elecciones del 2021, las encuestas advierten que Morena repetirá la hazaña desde lo local y ganará entre 10 y 12 (incluida Sinaloa) de las 15 gubernaturas en juego y mantendrá la mayoría en la Cámara de Diputados.
Es esa la principal preocupación que explica el inusual activismo político de algunos grupos empresariales de gran poder económico y de antiguos intelectuales orgánicos del viejo régimen con cierta influencia en la opinión pública.
Es sabido que durante décadas, los primeros se vieron beneficiados mediante la condonación de miles de millones de pesos en impuestos, mientras los segundos, a través de millonarios contratos publicitarios. Hoy esas megadádivas que recibieron de los entonces regímenes, ya no existen más. Su acaudalado futuro personal, lo saben, depende precisamente del retorno de esos gobiernos.
Por eso el desplegado de los referidos intelectuales, titulado “Contra la deriva autoritaria y por la defensa de la democracia”, es penosa e intelectualmente contradictoria. Utilizan el verbo “recuperar” para referirse al pluralismo político y al equilibrio de poderes, con lo cual evidencian añoranza al pasado. Un pasado que durante décadas los enriqueció, mientras más de la mitad de la población empobrecía y cientos de miles morían por el abandono al sistema de salud pública. Pero los autodenominados “defensores de la democracia” prefirieron voltear la mirada a otra parte. Y la pluma también.
Vacunándose contra el reproche, han salido a mostrarnos algunas de sus críticas que antaño hicieron al régimen autoritario en turno. Es una hábil y muy común manera de autoengañarse entre los intelectuales orgánicos y periodistas “independientes” para mostrarse aparentemente libres y críticos. Deberían mejor transparentar la chequera y explicarnos cuáles depósitos provienen del dinero público.
Por eso no sorprende que hoy con ese olorcillo vanidoso que los caracteriza quieran dar lecciones de democracia y llamen autoritario al gobierno actual, que a diferencia de anteriores, se conformó por un amplio voto popular y por vez primera en décadas, sin la sospecha del fraude electoral, lo cual lo dota de una enorme legitimidad. No es poca cosa.
Tampoco sorprende su convicción autoritaria. Recordemos que los tecnócratas y los antiguos intelectuales orgánicos en mención, florecieron en la etapa neoliberal y accedieron a distintas y variadas formas de poder, sin pasar por las urnas, valiéndose de los favores que otorga el supuesto dominio del conocimiento técnico, puesto al servicio, eso sí, del mercado y de muy particulares intereses.
Lo verdaderamente sorprendente, a mi juicio, es el gracioso llamado a conformar, de cara a las próximas elecciones, “una amplia alianza ciudadana que, junto con los partidos de oposición, construya un bloque”, un BOA, pues, para utilizar el término que antes ya había dado a conocer el Presidente López Obrador y que tanta molestia generó entre los antiguos beneficiarios del poder. Es el nuevo TUCOM (Todos Unidos Contra Morena) y con ello, esperemos, el abandono a las actitudes golpistas. El 2021 está ya a la vuelta de la esquina.