Cuauhtémoc Celaya Corella
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Toda la campaña política la cobijó, ya sabes quien Inge con el slogan de combatir a la mafia del poder, una mafia que fue bien dibujada y vendida electoralmente como la culpable de todo malo que había en la escena política. Eso fue bien comprado y pavimentó el camino para llegar a donde está ahora. Ya instalado en lo que se llama el poder, hubo cambio de escenario. Había pactado con ellos y sólo quien le debía una, se la pagó. Ejemplo: Rosario Robles B.
Así, no hay mafiosos del poder en la cárcel, y poco a poco ha comenzado a descubrirse la verdadera faz de la honestidad por un lado, y la de no saber qué hacer por el otro lado. Sin embargo, en once meses ha cosechado varios organismos y suspendido entregas de recursos para aplicar a atienden a los que el dice impulsar: los pobres.
Más allá de la burla matutina y ataques sobre ciertos medios y sobre los personajes del pasado, favoritos del señor, la mayor demanda que ondea de frontera a frontera y de costa a costa es que cumpla con la promesa de serenar al país a través de contener la violencia urbana y las bandas de la delincuencia en sus continuos enfrentamientos sin respeto para la sociedad entera. Lo hará la Guardia Nacional cuando me la aprueben era la respuesta.
La sociedad tiene hambre por vivir en paz. Y los días y meses han ido sucediéndose, y la añorada paz no ha llegado. Lo que sí, cada día la violencia, el crimen y la delincuencia tomados de la mano, mantienen en zozobra a una sociedad inerme, y el mundo sigue viendo a México como país peligroso.
¿Acaso también para los propósitos del Ejecutivo, mantener a una sociedad con miedo, es una estrategia que puede convertirla en ventaja electoral, llegado el caso?
Declara alto funcionario de seguridad en el Congreso, al comparecer: recibimos como país, un gran cementerio. Y si eso es cierto, en once meses, pareciera que han adquirido más terreno para continuar ampliándolo.
Sin un programa en serio y responsable sobre lo que había que hacer en el presente, la administración se ha anclado en el pasado y desde ahí su visión de futuro, pareciera ser una miopía que no divisa oportunidades y si esgrime razones equívocas para esquivar el desarrollo y el progreso social.
A eso le han llamado poner orden, para después crecer. De entrada tiene lógica el criterio, pero el mundo no sabe detenerse y el tiempo menos, y ya se cumple el año, sin resultados favorables y sí con obstáculos, y destrucción de lo que funcionaba.
Parece que las estrategias no producen condiciones para vivir una paz parcial, por lo menos en los espacios que deja la inseguridad, con todas sus mascaradas, robándole territorio a las fuerzan del orden primero, y a las fuerzas armadas después.
Antes, cuando, en lenguaje de la 4T, los conservadores neoliberales ejercían el poder a través de un partido hegemónico y luego un partido sin arraigo popular, la problemática que ahora es causa del temor social y del miedo urbano, estaba focalizada en pocos municipios, eran bandas sin otra fuerza que la de ser el trasiego de los estupefacientes. Que hubo corrupción, nadie lo duda, que el problema no se crea a partir del triunfo electoral de 2018, sino que es una larga cadena de hechos y acciones mal enfrentados por la miopía de los gobiernos de no atender su desarrollo y crecimiento, también es cierto.
Pero un gobierno constituido constitucionalmente, debiera entender que no es posible el alcance de los otros objetivos políticos y sociales, si no logra detener el avance de estas fuerzas que caminan al margen de la ley. Destruirlas es muy complejo, porque mientras los norteamericanos sean altos consumidores, México como vecino, será camino para llegar a ellos.
Ahí radica la responsabilidad del gobierno norteamericano. El cual seguirá insistiendo, en participar para enfrentar a los cárteles, total, que nada pierde con hacerlo, mientras ande buscando votos para reelegirse, y de nueva cuenta, los mexicanos y su gobierno le servirán para justificar sus políticas en promesas de que es necesario detener la llegada de drogas; pero no propone la necesidad de disminuir el consumo de las mismas en sus juventudes universitarias, en sus barrios, en sus ciudades, y sobre todo, en su liberación, que la aprovechan quienes dedicados a eso, hacen dinero.
Por tanto, conjuntamente deberían ambos gobiernos tener un programa que vaya más allá de los sexenios y que desaliente la participación social en su desarrollo. Lo fácil es decir qué se debe de hacer, lo complejo es determinar el cómo. Pero para ello, tendría quien gobierna, despojarse de sus poses de iluminado y de seguir haciendo trabajo político electoral, y entender que rol tiene y debe cumplir como Presidente.
Si bien, votaron muchos por su proyecto porque prometía la destrucción de la mafia del poder, con lo hecho hasta ahora, dejan sentir que son ellos una nueva mafia, la mafia del no poder.