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De carrera profesional destacada e intachable, Ruth Bader Gingsburg abrazó siempre las causas que representaran la equidad de género, los derechos de igualdad ciudadana, combatiendo las leyes que no garantizaran el respeto a estos intereses.
Poseedora de una singular popularidad derivada de sus intervenciones en el Ministerio del más alto Tribunal de Justicia de Estados Unidos, nació en Brooklyn, Nueva York, en el seno de una modesta familia judía, en la cual desde pequeña le fue inculcado por su madre el hábito de la lectura. En sus muchas intervenciones públicas ella misma manifestaba que “leer le había otorgado la capacidad de soñar, y leer más, la posibilidad de cumplir sus sueños”.
Por los años 50, ingresó a la Universidad Cornell, gracias a sus buenas notas y a una beca que obtuvo. Esta Universidad fundada por el dueño de Western Unión, se catalogaba como una de las 10 mejores del país, en la que admitían alumnos brillantes sin hacer distinción de origen étnico, religioso ni de género. Ahí conoció al que sería después su esposo, Martin Ginsburg, y juntos siguieron sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard. Durante su matrimonio y según la carga laboral de cada uno, ambos cónyuges se apoyaban y complementaban en el cuidado de sus hijos.
Ya graduada en 1972, fundó la sección de derechos de la mujer como parte de la existente Unión Estadounidense de las Libertades Civiles, cuya principal misión es detener y preservar los derechos individuales de cada persona en ese país. Desde ahí lideró grandes batallas judiciales en defensa de los derechos de igualdad de la mujer. Ganó cinco de los seis casos que le fueron asignados. Entre ellos, el caso Reed versus Reed, donde consiguió que la Corte concluyera que tratar a una mujer en forma diferente por el solo hecho de serlo, violaba la Constitución y era ilegal. A partir de ahí, las sentencias obtenidas en los casos representativos de esta Unión han influenciado significativamente el trabajo legislativo de los congresos a favor de asegurar las garantías individuales y las igualdades para todo el país.
En 1980, el Presidente Jimmy Carter la nombró Jueza del Tribunal de Apelaciones del Distrito de Columbia, puesto en el que permaneció hasta 1993, cuando Bill Clinton la designó Ministro de la Corte Suprema tras el retiro del Juez Byron White.
“Notorious RBG”, amada por las juventudes norteamericanas y como se le conoce en redes sociales y medios de comunicación, profesaba la religión judía, su partido político era el Demócrata, y si hablamos de la Corte, era claramente ubicada entre los ministros del ala liberal, aportando su voto de vanguardia a los temas que más radicalizaban las decisiones de la Corte. Su bandera fue votar a favor de lo que signifique Justicia en su más amplia acepción y votar en contra de lo que signifique la coerción de la misma.
Tras su fallecimiento, John Robert, Presidente de la Corte Suprema, ha expresado: “Nuestra Nación ha perdido a una jurista de talla histórica. En la Corte Suprema hemos perdido a una querida colega. Hoy lloramos, pero con la confianza de que las generaciones futuras recordarán a Ruth Barder Ginsburg como la conocimos: una incansable y resuelta defensora de la Justicia”.
El propio Presidente Donald Trump, con quien llevó una tensa comunicación dijo: “Fue una mujer increíble, estuvieras o no de acuerdo con ella, quien tuvo una vida increíble”. Solo la historia dirá si el lugar que deja vacío se sustituye antes o después de las elecciones de noviembre.
Con un sentido del humor que la caracterizaba, siendo una de los nueve ministros de la Corte, le preguntaron cuántas mujeres consideraría que ocuparan el puesto de ministras para que la Corte estuviera mejor representada, sin titubeos contestó: “Cuando seamos nueve, hasta ahora ha habido años que solo son nueve hombres y nadie ha dicho nada”.
Descanse en paz, Ruth Joan Barder Ginsburg.