Nada como una elección para que nuestros políticos vuelvan a ser felices.
Los suspirantes profesionales no necesitan mucho para darle vuelo a la imaginación y verse favorecidos por una silla enorme para mandar y un cheque jugoso para seguir sin trabajar.
Los políticos sinaloenses iniciaron el 2018 con todo, les amaneció calculadora nueva y parece que todos compraron la misma porque la mayoría se siente ganador.
El PRI en el poder
Los priistas están contentos porque siguen el poder, con el Gobernador Quirino Ordaz Coppel al mando hacen cuentas y parten y reparten las posiciones en juego.
No les importa que su Presidente, Enrique Peña Nieto, deje uno de los peores Méxicos de la historia, es más ya ni se acuerdan de él, tienen de juguete nuevo a “Pepe” Meade, un candidato que no es candidato, un priista que no es priista y un político que no es político, pero que toda la cargada asegura que sí será Presidente.
Y con Meade esperan que la “ola” arrastre a sus candidatos sinaloenses.
La verdad es que si se descuidan hasta la mayoría en el Congreso van a perder, ya que entre el frente del PAN, PRD, Movimiento Ciudadano y PAS y Morena la rebatinga por los votos se les puede poner complicada.
El PAN unido
Los panistas aseguran que el Gobernador Quirino Ordaz Coppel se ha convertido en su mejor amigo y todo por que los rescató de su peor época.
Resulta que cuando los blanquiazules vivían peleados y listos para perder una elección más en Sinaloa, desde el centro les llegó una coalición con el PRD y Movimiento Ciudadano, a la que después se le sumó el PAS.
Aunado a esto, las autoridades decidieron inhabilitar a Alejandro Higuera Osuna y a Carlos Felton, ex alcaldes de Mazatlán y prominentes panistas, por el caso del Tiburonario en el puerto.
El ataque a los panistas unió al partido, después de años de peleas intestinas, pero nada les asegura que su coalición no termine de manera humillante como la que hicieron con el ex Gobernador Mario López Valdez.
El PAS
La felicidad de los pasistas viene de tiempo atrás, desde las elecciones pasadas, cuando se convirtieron en la segunda fuerza política en el estado.
De la mano de Héctor Melesio Cuén Ojeda, los pasistas se alistan para asaltar el poder, acompañados por panistas, perredistas y Movimiento Ciudadano.
La meta es clara, posicionar a su líder como Senador, expandir la presencia del partido en todo Sinaloa y preparase para la siguiente Gubernatura.
El cielo les sonríe a los pasistas, pero deben de tener cuidado porque han construido un gigante de pies de barro que sigue sostenido por la UAS.
Los más felices
Los que no existían son los más felices, sin nada que perder y todo por ganar, los miembros de Morena se alistan para pelear cobijados por la enorme sombra de Andrés Manuel López Obrador.
Con un partido a donde todos los días llegan nuevos militantes, los morenistas presumen encuestas donde “El Peje” podría conseguir cerca del 40 por ciento de los votos de los sinaloenses, y debajo de esa sombra muchos se alistan para acomodarse.
Veremos hasta dónde les alcanza.
La Ley de ‘facto’
La llegada de 3 mil 500 soldados de la Policía Militar del Ejército en Sinaloa es, de facto, la Ley de Seguridad Interior.
Y aunque no ha entrado en vigor de manera oficial, es a todas luces la implementación de esta legislación por encima de la decisión que debe tomar la Suprema Corte de Justicia de la Nación con respecto a su inconstitucionalidad.
El convenio-acuerdo firmado entre el Gobierno del Estado y la Secretaría de la Defensa Nacional para el regreso de la Policía Militar a Sinaloa es la validación de esta controvertida ley que ha encontrado oposición, incluso, en los foros internacionales.
Para el Gobierno federal, aunque Sinaloa no representa un gran número de votos en la elección presidencial, es clave para la seguridad nacional.
El aparato de seguridad nacional sabe perfectamente que si algo en esta materia se descontrola en Sinaloa, tendrá evidente repercusión a nivel nacional.
Ese microlaboratorio de inseguridad y violencia en que el estado puede convertirse puede generar una ola de expansión en el resto del territorio mexicano difícil de contener.
Basta recordar que el 2008 marcó en Sinaloa una “ruta del suicidio” tras la ruptura de los grupos criminales en el País.
La ruptura del estatus quo del narcotráfico en el País provocó un baño de sangre.
Y en la víspera de la sucesión presidencial, el partido en el poder no puede correr ese riesgo de convertirse, ahora sí, en un “estado fallido”.
Por eso, una mayor presencia del Ejército en Sinaloa es una jugada adelantada del Gobierno federal y del Estado para contener cualquier escalada de violencia que afecte el proceso de julio próximo.
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