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@rodolfodiazf
“Caras vemos, corazones no sabemos”, es un conocido dicho mexicano. Por medio de esta sentencia se nos alerta a no confiar en las apariencias, pues son tremendamente engañosas.
De igual forma, otros refranes aconsejan soportar estoicamente la adversidad, de manera que no se refleje sufrimiento o contrariedad en el rostro: “Al mal tiempo, buena cara”; “A suerte mala, paciencia y buena cara”.
Es cierto que la cara o rostro es diáfano espejo en que se suele leer la verdad, como reflejan otras sentencias: “A la mal casada, mirarle la cara”; “A quien te quiere bien, en la cara se le ve”; “Bienes y males a la cara salen”.
Sin embargo, se debe agradecer que haya personas que sepan hacer “de tripas corazón” y ofrezcan una sonrisa aunque traigan una tormenta por dentro, ya que los demás no tienen por qué soportar sus preocupaciones o sufrimientos.
Por eso, Jesús recomendó que quien ayunaba no pusiera cara triste, de manera que los demás no notaran que estaba mortificándose: “Cuando ayunen, no pongan cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad les digo que ya reciben su paga” (Mt 6,17).
En efecto, lo importante es compartir destellos de alegría, paz, amor, serenidad y confianza. La vida ya contiene muchos afanes, desventuras y preocupaciones como para querer agregarle más sinsabores.
No hay que desperdiciar la oportunidad de sonreír. La sonrisa en el rostro es potente imán que desencadena un sinfín de momentos agradables e innumerables bendiciones.
No importa si tu cara tiene algún defecto físico. No existen ni bellas ni bestias. La bondad y dulzura son las que tornan a un rostro hermoso y agradable. De ti depende la expresión de tu rostro.
¿Muestro mi rostro?