SinEmbargo.MX
La escuela de párvulos siniestros… así luce la clase política en México, dedicada hoy en día hacer cuentas del desastre traducido inevitablemente en estadísticas, que alguien tendrá que asumir. La narrativa es identificar y señalar a los responsables de los crueles daños; los bandos en pugna preparan ya los juicios sumarios del agravio hecho a la nación. Esta es la disputa ante la incapacidad de asumir una política común para fortalecer la República y darles confianza a sus habitantes, confianza en saberse acompañados.
Si tan solo hubiera un primer gesto de empatía y se guardara silencio, no más neoliberalismo, no más 4T; silencio para aproximarnos y reconocer la complejidad y el doloroso drama que nos circunda; silencio para aceptarnos como somos sin cargarle ya más la mano a nuestras vulnerabilidades y provocar así rencores y odios; silencio para recuperar nuestros nombres de pila y dejar de lado las caretas impuestas, los insultos y toda clase de descalificación.
¿Acaso no pueden ver, acaso no sienten, acaso prefieren seguir madreándose a la hora del recreo, reclamando la atención solo para sí mismos?
La emergencia que ya vivíamos desde hace años, por la violencia imparable de la complicidad entre la política y el crimen, se queda corta, muy corta, ante la hecatombe social que emerge.
Bájenle unas rayas a su ideología, bájenle a sus fobias, hagan del presente presente, de la real realidad su atmósfera; y escuchen ese latido interno, ese palpitar de la vida que advierte nuestra condición fundamental de seres humanos intentando entender y aprender a vivir mejor entre todos.
¿Es mucho pedir descargar el peso del pasado?, y ver el inmenso desafío del futuro que se vino encima y nos obliga a replantear nuestra propia condición mental, de comprensión y de capacidad de articularnos en una diversidad rica en su heterogeneidad y sus matices.
¿Es mucho pedir trabajar en equipo?, y multiplicar esa dinámica con liderazgos empáticos dispuestos a comprender las posibilidades del porvenir en medio de la tragedia.
Salgamos del salón de clase, de los apodos que entierran nuestros nombres; dejemos de castigar y pedir perdón, de amenazar e infundir miedo.
Las generaciones de la hipertecnología están construyendo los referentes culturales de la fragmentación de este cambio de era; y la velocidad con la que van y los talentos que se exigen son un reto para lograr que hagan tierra en la experiencia que les antecede, y ese enlace, ese eslabón, es el que está en juego a estas horas.
Si no callamos, si no apagamos el radio interno, y escuchamos lo que se está expresando, lo que vendrá será un gran corto circuito que impedirá pasar la estafeta y dar certeza de que existe un camino a seguir.
La responsabilidad, la nuestra, es abrir espacios, no cerrarlos.