Recientemente ha trascendido que se tiene dificultad para reemplazar a los miembros del Órgano de Apelación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) para la resolución de disputas entre países miembros. Los integrantes de ese cuerpo lo son por un tiempo definido, y deben ser sustituidos al concluir su periodo. Las designaciones deben hacerse por consenso y la administración Trump no ha estado dispuesta a avalar nuevos nombramientos, lo cual puede llevar a la OMC a una crisis, por inacción.
Tanto la constitución de la OMC como la inclusión de la agricultura en la Ronda de Uruguay, para la liberalización del comercio de productos originados en ese sector, fueron considerados un triunfo del multilateralismo. Sin embargo, los escenarios han cambiado y el multilateralismo se ha debilitado. La dinámica de negociaciones y la trayectoria de la Ronda de Doha ilustran el punto, pues sus resultados fueron bastante pobres, quedando sobre la mesa muchos temas, en espera de mejores tiempos.
La denominada Ronda de Doha, enunciada como la ronda del desarrollo, implicó un choque entre países ricos y menos desarrollados, estos últimos liderados en buena medida por Brasil e India. La negativa de países desarrollados a hacer concesiones en materia de “reducción de subsidios domésticos”, así como en materia de “reservas públicas de alimentos”, entre otros puntos de conflicto, llevaron al cierre de Doha sin grandes avances en la liberalización comercial. Desde la perspectiva de la agricultura, el cambio más importante ocurrido se refiere a la prohibición de los subsidios a la exportación.
En las negociaciones de la Ronda de Doha, Estados Unidos advirtió la creciente resistencia de países menos desarrollados a ceder ante sus presiones, al menos no fácilmente, lo que lo llevó a un desencanto con el multilateralismo. En el contexto de esas negociaciones emergieron nuevas temáticas, que iban más allá del comercio de bienes, pero que eran muy importantes para Estados Unidos. Ese país desplazó paulatinamente su preferencia por la búsqueda de acuerdos de tipo bilateral, regional e incluso transregional, a partir de su experiencia con el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá.
Con el arribo de la administración Trump al gobierno de Estados Unidos, se afirmó con más fuerza ese rechazo, pues en su forma de ver las cosas se juzgaba que la OMC no trataba bien a Estados Unidos: se rechazó el globalismo, se abrazó el proteccionismo y, alternativamente, se optó por un enfoque comercial de tipo bilateral. Ese país ha tendido a usar el acceso a sus mercados como palanca para conseguir objetivos de política comercial y no comercial, según sucedió en México con el tratamiento del problema migratorio.
La postura de Estados Unidos ha tomado un carácter muy definido en la actualidad, pero hasta cierto punto se hizo presente desde las negociaciones de Doha, ya que responde a la preocupación respecto al ascenso de ciertas economías emergentes (China e India en particular, pero no exclusivamente) y el debilitamiento de ese país en la economía global y el comercio.
La ruptura con la idea de un sistema de comercio global basado en reglas se expresa claramente en la utilización del recurso de la “seguridad nacional” (la aplicación de la sección 232 de la “Ley de Ampliación del Comercio” de 1962), que difícilmente podría cumplir con las reglas de la OMC.
La actitud respecto a la designación de nuevos miembros al Órgano de Apelación refleja el rechazo al multilateralismo, así como su presión para alinear a la OMC a los intereses de Estados Unidos, mediante su reforma. Para ese país, la OMC se ha excedido al hacer jurisprudencia (especialmente respecto a medidas antidumping recurrentemente aplicadas por ese país) en su toma de decisiones, lo cual iría más allá de lo comprometido. Además, cuestiona que los países se autocalifiquen en cuanto a su nivel de desarrollo, según las reglas actuales.
Para Estados Unidos China no es un país no desarrollado, estatus bajo el cual fue aceptado su ingreso a la OMC, por ejemplo, así que no debe ser tratado como si fuera un país de menor desarrollo, sin importar cuál sea su ingreso per cápita actual o los niveles de pobreza que arrastre.
En general lo que se ve venir es un debilitamiento de la OMC, así como del multilateralismo. A la situación actual puede sobrevenir un multilateralismo reformado que exprese en mayor medida los intereses de Estados Unidos, una ruptura de las reglas actuales y un mayor grado de autodeterminación de los países en materia de política comercial o un comercio negociado entre partes interesadas (bilateral o regional), que descompone al mundo en zonas de influencia, como parte de un escenario geopolítico multipolar.