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"Ámbito"

"La condición humana"

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    magco7@hotmail.com

    Entre los muchos gajes que en México está registrando la pandemia del Covid-19 surge uno de perfiles paradójicos cuando la delincuencia organizada participa en auxilio solidario a favor de la población vulnerada económicamente, tal es la entrega de despensas por parte de grupos armados del Cártel Jalisco Nueva Generación, en tanto que por otra parte la hija de Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera usa el nombre de su padre para abanderar una aportación similar.

    En principio podría tomarse en consideración que todo apoyo tendría que ser bienvenido en estos tiempos difíciles, y que sería tolerable aceptar una flor del jardín de los delitos, después de tanta ortiga con la que ha espinado a la paz social. Además, si la impunidad ha favorecido al hampa narco cuando ejecuta sus fechorías, ¿por qué impedirle el cometido de una acción positiva cuando más se necesita?

    La respuesta se antojaría a favor de establecer una suerte de tregua permisiva, pero no es así de fácil, pues lo que aparece como una cooperación solidaria, por venir de quien viene se advierte contraproducente toda vez que fomenta la simpatía y el respaldo popular hacia los emisarios del crimen organizado venidos a bienhechores coyunturales.

    Esto se palpa en los videos de las entregas que realizan los convoyes del narcopoder, cuyos operadores exaltan mediante magnavoces las bondades de la organización delictiva donante y arrancan vivas y porras de adhesión anímica al “Mencho”, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación. Por su lado, la hija de Guzmán Loera también exalta las presuntas bondades del ex capo de capos al tiempo de repartir las dotaciones etiquetadas como “chapodespensas”.

    En suma, si a un Gobernador se le censura por plasmar el logotipo con el lema de su administración en los uniformes escolares de distribución gratuita, ¿cómo hacerse de la vista gorda ante la participación de la delincuencia organizada que, como sucede con el CJNG, al parejo de una buena intención hace apología de su nefasta presencia en la vida nacional?

    No es un tema inusitado el de la promoción de imagen por parte de la delincuencia organizada. Desde los límites retrospectivos de mi memoria registro casos de poblados enteros que contemplan al narco poder como un benefactor. Y la emoción en ese sentido no es privativa de la zona serrana, pues late también en el sector urbano. Basta con recordar aquella marcha ciudadana que, en Culiacán, desde La Lomita hasta la Catedral manifestó una evidente seducción en torno a la figura de “El Chapo” Guzmán.

    Vale observar que en la actualidad también hay comunidades rurales cuyos habitantes distan mucho de compartir esa empatía después de afrontar con frecuencia cotidiana la angustia, la indignación y la impotencia ante el despojo, la extorsión y el crimen por parte de la delincuencia organizada.

    Esta controversia define la disyuntiva que supone, por un lado, tolerar la presencia del crimen organizado en acciones de ese apoyo solidario tan requerido actualmente, y que encajarían en la propuesta presidencial de “amor y paz”. Por otro lado, obra el grave despropósito de permitir que el crimen organizado aproveche la situación para bonificar su imagen principalmente entre los núcleos beneficiarios de esa acomodaticia oferta de asistencia social.

    Por lo pronto, en el estado de Veracruz ya hubo una operación represiva de las autoridades contra un grupo del CJNG cuyos integrantes repartían despensas en una comunidad rural, y esta acción encaja como uno de los gajes que entraña en lo que podría motejarse como “la guerra en tiempos de Coronavirus”.

    Y hablando de los gajes de esta pandemia, conturba el irracional encono en contra del personal médico y paramédico que, a riesgo de su vida, atiende en los hospitales a los pacientes del Covid-19, y al cual, sin embargo, se le veja, se le agrede, y ahora se le secuestra y extorsiona. Este criminal enajenamiento lesiona a la sociedad, pues entraña una extrema negación de la condición humana.