Rafael Morgan Ríos
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El 3 de octubre de este año, el Papa Francisco emitió su carta encíclica Fratelli Tutti, que se refiere a la fraternidad y la amistad Social ante estos tiempos aciagos, saturados de incertidumbre, enfermedad, pobreza, violencia y de enfrentamientos sociales, que han hecho retroceder principios de convivencia y de respeto mutuo entre las personas, las sociedades y las naciones.
La encíclica contiene una introducción, ocho capítulos y 284 numerales, en los que se comentan los problemas sociales actuales y se plantean soluciones basadas en la dignidad de la persona humana, el respeto entre las personas y las naciones y en la necesaria búsqueda del bien común.
Comenta el Papa que durante el tiempo en que estaba redactando la encíclica, “irrumpió de manera inesperada la pandemia del Covid 19 que dejó al descubierto nuestras falsas seguridades… se evidenció la incapacidad de actuar conjuntamente... a pesar de estar hiperconectados existía una fragmentación que volvía más difícil resolver los problemas que nos afectan a todos” (n-7).
En el capítulo primero sobre Las Sombras de un Mundo Cerrado, trata de la economía global que “como cultura unifica al mundo, pero divide a las personas y las naciones”; “una sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos pero no más hermanos” (n-12).
En el numeral 15 sostiene que “la política ya no es una discusión seria sobre proyectos… para el desarrollo de todos y el bien común, sino recetas inmediatistas de ‘marketing’ que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz”, descalificando, cuestionando y confrontando sin diálogo constructivo.
En el numeral 17 expone una idea central sobre la protección del medio ambiente: “cuidar al mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos” pues “nos hemos hecho insensibles al despilfarro, comenzando con el de los alimentos, que es uno de los más vergonzosos” (n-18).
Es de subrayar el numeral 23 acerca de que en las sociedades actuales, “todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones”.
Ha aparecido de nuevo la “tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar el encuentro con otras culturas y otras personas” (n-27).
“La pandemia despertó durante un tiempo la conciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca…” pero luego olvidamos que “nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarnos juntos” (n-32). “Pasada la crisis, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de preservación egoísta… ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron… como resultado de sistemas de salud desmantelados” (n-35). “Pareciera que la idea era la de ‘sálvese quien pueda’, que puede traducirse en el de ‘todos contra todos’ y eso será peor que una pandemia” (n-36).
Sobre el fenómeno de los migrantes expone en el numeral 37 que “tanto algunos regímenes populistas como… liberales se sostiene, vetar a toda costa la llegada de personas migrantes…”. Sostiene además el Papa que “es inaceptable que los cristianos compartan esa mentalidad y actitud (de rechazo)… por encima de la inalienable dignidad de cada persona” (n-39). Y declara que “las migraciones humanas constituirán un elemento determinante del futuro del mundo” (n-40).
En lo referente a los medios de comunicación, el internet y las redes sociales expone: “todo se convierte en una especie de espectáculo que puede ser espiado, vigilado… y cada individuo se convierte en objeto de miradas que hurgan, desnudan y divulgan frecuentemente de manera anónima” (n-42).
Las relaciones digitales… tienen apariencia de sociabilidad, no constituyen realmente un “nosotros” sino que disimulan y amplifican el mismo individualismo. La conexión digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la humanidad (n-43) favorece… la agresividad, descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la figura del otro (n-44).
“La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad” (n-47)… “Pero el mundo de hoy es en su mayoría un mundo sordo… lo frenético nos impide escuchar bien lo que dice la otra persona… a la mitad del diálogo ya lo interrumpimos y le queremos contestar cuando todavía no termina. San Francisco de Asís “escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza” (n-48).
En siguientes capítulos el Papa ahonda en estos y muchos otros temas que se tratarán posteriormente (D.M.).