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@rodolfodiazf
En innumerables ocasiones comparamos nuestra vida con un viaje en que acontecen diversas aventuras, dificultades, problemas y peripecias. Muchos de estos viajes los realizamos en frágiles y pequeñas barcas que parecen naufragar ante el furioso embate de aguas turbulentas.
La coyuntura actual de la pandemia es un momento especial para meditar sobre la tormenta que se abate sobre la humanidad. El Papa Francisco, en su Mensaje para la 57 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, recordó el episodio evangélico en que los discípulos iban solos en la barca:
“La imagen de esta travesía en el lago evoca de algún modo el viaje de nuestra existencia. En efecto, la barca de nuestra vida avanza lentamente, siempre inquieta porque busca un feliz desembarco, dispuesta para afrontar los riesgos y las oportunidades del mar, aunque también anhela recibir del timonel un cambio de dirección que la ponga finalmente en el rumbo adecuado. Pero, a veces puede perderse, puede dejarse encandilar por ilusiones en lugar de seguir el faro luminoso que la conduce al puerto seguro, o ser desafiada por los vientos contrarios de las dificultades, de las dudas y de los temores”.
Bergoglio subrayó que no somos los únicos conductores de la barca: “Navegar en la dirección correcta no es una tarea confiada sólo a nuestros propios esfuerzos, ni depende solamente de las rutas que nosotros escojamos. Es el Señor quien nos concede en primer lugar la valentía para subirnos a la barca y nos indica la orilla hacia la que debemos dirigirnos. Es Él quien, cuando nos llama, se convierte también en nuestro timonel para acompañarnos, mostrarnos la dirección, impedir que nos quedemos varados en los escollos de la indecisión y hacernos capaces de caminar incluso sobre las aguas agitadas”.
¿Confío en mi timonel?