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"ÉTHOS"

"Ir a sí mismo"

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    rfonseca@noroeste.com
    @rodolfodiazf

     

    Iniciamos este 2020 que para muchos es cabalístico porque incluye la fórmula 20-20 y se forma por la repetición de dos números: 2 y 0.

    Dejando de lado cifras y simbolismos, es preciso detenernos y reflexionar qué queremos lograr en esta nueva etapa.

    Decimos pausadamente porque la vorágine de la prisa nos atropella sin darnos espacio para pensar y proyectar. Es cierto que existe el riesgo de gastar demasiado tiempo en estériles planificaciones, pero es mejor programar con tiento lo que queremos alcanzar.

    Carl Honoré, en su libro Elogio de la lentitud nos previene sobre los peligros de la rapidez: “Rápido” equivale a atareado, controlador, agresivo, apresurado, analítico, estresado, superficial, impaciente y activo; es decir, la cantidad prima sobre la calidad. “Lento” es lo contrario: sereno, cuidadoso, receptivo, silencioso, intuitivo, pausado, paciente y reflexivo; en esta caso, la calidad prima sobre la cantidad”.

    Señaló que la lentitud es virtud esencial para controlar la vida: “La filosofía de la lentitud puede resumirse en una sola palabra: equilibrio. Las personas descubren energía y eficacia allí donde quizá menos lo hubieran esperado: en el hecho de hacer las cosas más despacio... Todo mejora cuando se prescinde del apresuramiento. Ser lento significa que uno controla los ritmos de su vida y decide qué celeridad conviene en determinado contexto”.

    De igual modo, Juan Ramón Jiménez aconsejó no correr e ir despacio en el poema 36 de su libro Eternidades: “¡No corras, ve despacio, que donde tienes que ir es a ti mismo!

    ¡Ve despacio, no corras, que el niño de tu yo, recién nacido eterno, no te puede seguir!
    Si vas de prisa, el tiempo volará ante ti, como una mariposilla esquiva.

    Si vas despacio, el tiempo irá detrás de ti, como un buey manso”.

    ¿Camino hacia mí mismo?