Editorial
Al más puro estilo de los estadounidenses, nuestros vecinos iniciaron la campaña de vacunación más ambiciosa de su historia, con el objetivo de contener los contagios y las muertes provocadas por el Covid-19.
Con una cobertura de medios nacional, comenzó un operativo donde millones de personas observaron hasta el más mínimo detalle la transportación de las vacunas, desde una ciudad de Michigan y con destino en cientos de centros de distribución en los 50 estados del país.
Las 3 millones de vacunas partieron en camiones de carga de empresas privadas, donde se podía ver a los trabajadores cargando las vacunas, entre aplausos, esperanza y cámaras de televisión transmitiendo el momento al resto del País y del mundo.
Estados Unidos es uno de los países más afectados por el virus, con cerca de 300 mil muertos y millones de contagios, además de enfrentar una desastrosa crisis económica provocada por las obligadas cuarentenas.
Se espera que una semana después llegue el primer lote de vacunas a México, iniciando aquí, aunque más modesto, nuestro propio operativo de vacunación a nivel nacional.
Las dudas son muchas, hasta ahorita es más grande la esperanza de que las vacunas funcionen, a las certezas que se tienen sobre su eficacia, a pesar de la defensa a ultranza que hacen gobiernos y especialistas.
Claro, en contra de la esperanza también hay una enorme desconfianza, los agoreros del desastre han aprovechado perfectamente el desconcierto y el pesimismo que ha generado la pandemia, y las historias más bizarras recorren las redes, libremente.
El mundo contiene el aliento y observa de cerca lo que pasa en Estados Unidos, su éxito en contra del virus será el éxito de todos y su fracaso nuestro desastre.