Este martes cumpliría la señora Agatha Christie 130 años de edad. Se dice fácil, pero no se escribe fácil.
La dama del ministerio ha sobrevivido con más firmeza que otros novelistas contemporáneo suyos. Algunos como Ellery Queen, S. S. Van Dine y Dorothy Sayers ya no son recordados, a pesar de que algunos fueron reseñados por el propio Jorge Luis Borges cuando eran consagrados a nivel mundial.
Agatha Mary Clarissa Miller nació el 15 de septiembre de 1890, en el seno de una familia de clase media alta de Devon, sur de Inglaterra.
Su abuela, viuda joven con cuatro hijos, se casó después con un hombre rico de alta posición económica y por uno de esos extraños vaivenes de la vida, la futura madre de Agatha se casó después con su hermanastro, Frederick Miller. Digamos de paso que su madre afirmaba tener poderes psíquicos y algo de eso quedó en sus novelas.
A confesión propia, tuvo una infancia feliz, rodeada de mujeres fuertes e independientes, que terminó a los 11 años con la muerte de su padre.
En 1914 contrajo matrimonio con Archibald Christie, de quien se divorció en 1928, luego de un escándalo mediático de menos de un mes. A pesar de ello, siguió usando su apellido de casada como nombre de pluma.
Antes, en 1926, afectada por una supuesta depresión, desapareció misteriosamente luego de que su coche apareciera abandonado al borde de la carretera.
Fue hallada 11 días más tarde bajo un posible cuadro de amnesia, en un hotel, bajo el nombre de Teresa Neele, la amante de su marido.
Una de sus amigas le comentó que ella había abusado un poco de su sentido de la ironía. Quizá lo hizo para estar segura de que nadie la buscaría bajo ese nombre... así como el padre de Vladimir Nabokov escapó de la Rusia Soviética haciéndose pasar por un doctor homónimo de sí mismo.
Todo esta historia fue llevada, incluso al cine. Como terapia, Agatha hizo un viaje a Oriente y, persuadida durante una cena, partió hacia Badadg y de ahí viajó a la zona arqueológica de Ur, donde forjó una amistad con los dirigentes de una excavación, Leonard y Katharine Wooley.
Fue invitada de nuevo al año siguiente y conoció al arqueólogo Max Mallowan. Tiempo después se casó con el.
Una amiga le dijo “¿por qué te casas con un hombre que se la pasa moviendo muertos en lugares extraños?”. Su respuesta es única: “porque precisamente eso me gusta a mí: estar moviendo muertos en lugares exóticos”.
Muerte en el Nilo es uno de sus clásicos. Por cierto, ella publicó su primer novela mientras vivía en El Cairo, cuando su mamá se recuperaba allá de una enfermedad de los pulmones, pero no tuvo éxito.
Christie fue maestra del crimen de “cuarto cerrado” y creó entrañables personajes como Miss Marple y Hércule Poirot.
Como fue enfermera en la Primera Guerra Mundial era experta en venenos. Aparecen mucho en sus novelas, e incluso, alguien descubrió un crimen de un envenenamiento de talio en la vida, comparando los síntomas con los que ella describe.
Agatha Christie, una mujer de una vida muy compleja, logró ser una gran escritora en un medio poco amigable con las novelistas. Eran toleradas más que apoyadas. Hubiera sido un suicidio social y literario quitarse el apellido de su primer esposo.
Se dice fácil, pero no se escribe fácil.