"Falta el virus que nos haga entendernos"
alexsicairos@hotmail.com
Ser humanos, no tan puros ni tan ruines
Cuando nadie o nada nos ve, en estos días de calma y noches en que los presentimientos secuestran con el miedo tomándonos de rehén, alguna reflexión debe filtrarse entre el permeable silencio de las calles, de los espacios públicos y de las casas cuyo mutismo es a veces un grito ensordecedor y otras el rugido de ira de quien sabe quién, que reclama cualquier cosa o trata de desahogar no sé qué cargo de conciencia. No nos asustemos si desde la sórdida incertidumbre emitimos o escuchamos el bramido de la impotencia.
Se ha dicho que la pandemia de coronavirus está por mostrar sus peores consecuencias en México y Sinaloa y que la creciente afonía social, en contraste con chillido intimidante de las redes sociales, son parte de los fantasmas que atormentarán sin discriminar. La actual generación humana no estábamos preparados, por más que habláramos de ello durante siglos, para esta sacudida a que nos somete el destino.
Por lo pronto, urge resolver el presente. Atados a resentimientos, preferencias políticas, tramposas advertencias proféticas y frágiles conjeturas dictadas por bolas de cristal, volteamos a los lados queriendo encontrar quién nos libere de los amarres. Nosotros, en lo individual y colectivo, fuimos los que nos sujetamos con alambres de púas a los rencores, frustraciones e ineptitudes al creer que éramos escapistas que por sí mismos romperíamos tales sujeciones.
En la situación de emergencia sanitaria, la misma que derrota a las naciones que se decían poderosas y sucumben vulnerables ante la enésima mutación del coronavirus, nos damos cuenta que no podemos. Aterrados en la circunstancia que apenas avisa lo devastador que es, procedemos a socavarnos como sociedad para enseguida minar las instituciones.
Porque hay miles de motivos para luchar, millones de impulsos para levantarnos como pueblo que se rescata a sí mismo, permitámosle a este tiempo de respuestas en pausa, preguntas sin destinatarios e ideas en blanco, que diseñen resortes que nos catapulten hacia las alturas de la inteligencia pura donde es posible hallar la agudeza para convertir en grandiosa esta coyuntura.
Hagámoslo por los científicos que van a contrarreloj por la vacuna, por los médicos y enfermeras que luchan cuerpo a cuerpo contra el virus, por los gobernantes que tampoco advirtieron la amenaza y que ni en sus peores pesadillas imaginaron la devastación, por las familias más pobres que no podemos dejar a expensas del infortunio, por los deudos de las víctimas letales del Covid-19 que no pueden siquiera darles el último abrazo, y por nuestros adultos mayores cuya vida es tan valiosa como la de cualquiera.
Por aquellos que desde la micro, pequeña y mediana empresas intentan sostenerse en el trabajo lícito, por las empresas consolidadas que tendrán que estar a la altura de las exigencias para garantizar el salario a trabajadores en cuarentena, por los establecimientos proveedores de insumos en época de emergencia, por la mano de obra eventual carente de seguridad social y por los servidores públicos responsables de mantener de pie a ciudades atribuladas.
Por la economía nacional y/o estatal que deberá recuperarse a marchas forzadas en otro esfuerzo colectivo por la restauración, por la fragilidad de México frente a un contexto internacional que sacrificará a los países débiles para privilegiar el salvamento del primer mundo, por resistir en la necesidad de atender primero a los más pobres y por aprovechar la experiencia mundial en la reacción frente a la pandemia.
Esto es lo que importa en instantes de deliberación que nunca tendrían que ser suplantados por fobias y filias, por teorías trazadas a futuro de cómo nos cambiará la lucha que libramos hoy. Todo habrá de ser quimera mientras el buen propósito se sostenga como posibilidad de disimulo o ruta fácil de escape de realidades atormentadoras.
Inclusive hasta podría ser mentira que después de esto emergerá un nuevo orden mundial con seres humanos socialmente responsables, que por fin caeremos en razón de los males terribles construidos entre todos, durante todos los tiempos.
¿Acaso la humanidad no hizo los mismos propósitos durante parteaguas como la Segunda Guerra Mundial, las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, el hitlerismo cruel y el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York?
Lo más seguro es que proseguiremos en la conquista del otro y de lo otro más allá de lo que auguró Julio Verne en la imaginación de lo imposible, y que al superar el terror que ahora nos ocasiona el Covid-19 volvamos a las andadas del homo sapiens racionalmente involutivo. El nacimiento de Jesús de Nazaret, la llegada de Cristóbal Colón a América, el viaje del hombre a la Luna y la caída del Muro de Berlín auguraron puntos de partida hacia un mundo civilizado. ¿Y?
Por eso, ahora que nos acusamos los unos a los otros desde cada trinchera construida con barricadas de irreflexiones, rencores, traumas y avideces, busquemos el terreno neutral donde nadie seamos ni tan santos ni tan diablos. Hallemos el modo de entendernos como seres humanos. Ahora que nadie nos ve.
Reverso
Reducidos hoy a nada,
Cuando ni caso tiene apostar,
Qué nos cuesta la mirada,
Hacia lo hondo del aquí estar.
Ese es Ocadio García
Así somos y ni modo. Cuando Ocadio García Espinoza andaba en la lucha social junto a otros activistas del campo, de las ciudades o de la democracia, muchos de los que hoy lamentan su muerte lo tildaban de revoltoso y llegaron a pedir la cárcel para él. Una vez en el ataúd, resalta el líder y la obra de este resplandece por efecto de la mortaja y la esquela. El Diputado Ocadio alcanzó a ver el alba de la transformación de México por la cual luchó, y mucho. Ese es él.