Ambos parados sobre un pedestal. Ambos venerados, amados, idolatrados. López Obrador y López-Gatell, encumbrados como dioses del Olimpo, como deidades ante las cuales muchos acólitos rinden pleitesía. Hincados a sus pies hay sectores de México acostumbrados a buscar salvadores y a adorarlos. Arrodillados ante ambos están porciones del país que prefieren creer y rezar, en vez de analizar o escudriñar. La devoción se impone a la razón, la emoción a la auscultación. Porque la dupla defensora promete salvar al país de lo peor del coronavirus con novelas nocturneras, algunas estampitas, mucha fuerza moral, un modelo de vigilancia epidemiológica cuestionable e incontables Padres Nuestros. Y aunque se aprecian sus buenas intenciones, esas solo pavimentan el camino al infierno.
Ese infierno que se abre ante nuestros ojos en las clínicas mal equipadas del IMSS, en los reclamos angustiados de médicos y enfermeras a lo largo del país, en los patios con bolsas de cadáveres en el hospital en Ecatepec, en las miradas vacías de familiares a quienes les avisan --detrás de las rejas-- que su paciente murió. Ese averno al cual nos precipitamos porque el Presidente lleva meses subestimando el coronavirus, y el subsecretario de Salud ha compartido su minimización. AMLO con besos y abrazos, López-Gatell con el Modelo Centinela y sus frentazos. AMLO con “ya aplanamos la curva” y López-Gatell con datos que no permiten comprobar que sea así. En las conferencias mañaneras hay mensajes cruzados y en las conferencias nocturneras hay argumentos mal fundamentados.
Por eso el dúo dinámico cae de contradicción en contradicción, de trivialización en trivialización, de error en error. El yerro de criticar el cubrebocas en lugar de enseñar a la población cómo usarlo. El desacierto de pensar que un modelo utilizado para medir la influenza basta para lidiar con el coronavirus. El error de sugerir que el Covid-19 es menos letal que el SARS. El yerro de creer que la “inmunidad rebaño” es algo necesario y deseable, cuando el número de muertos que requeriría alcanzarla resultaría inaceptable. El desacierto de utilizar modelos para hacer estimaciones en lugar de pruebas para detectar infecciones.
Los países que han logrado contener los contagios, aplanar la curva, proteger a sus ciudadanos y --poco a poco-- reabrir su economía dan lecciones todos los días. Lecciones para identificar a los contagiados a través de pruebas, seguir la ruta de la infección a través de los contactos que tuvieron, frenar el esparcimiento a través del aislamiento. Bastaría con que el Presidente y el subsecretario estuvieran dispuestos a estudiar e imitar, contrastar y corregir, reconocer que su reacción no ha sido suficiente y modificarla. Porque hoy, debido a la subestimación de la pandemia y los métodos López-Gatellianos para medirla, es probable que México tenga un millón de contagios, y no las cifras que él y su cabeza presumen. Hoy, es probable que haya muchos más muertos de los que López Obrador no habla y López-Gatell no contabiliza.
Paradójicamente, la pandemia será más grave para los más pobres. Para aquellos que AMLO prometió poner primero sin advertirles que sería en una funeraria. Para los ambulantes y los vendedores de frutas y los boleros y los taqueros y los que usan el Metro para trasladarse porque si se quedan en casa, se mueren de hambre. Para los desamparados que no forman parte del universo de 22 millones de beneficiarios de los programas sociales del Presidente. Mexicanos vulnerables, a la intemperie, sin acceso a camas o ventiladores o créditos o apoyos gubernamentales, que bendicen a López Obrador sin entender que ni los ve ni los oye. Mexicanas enamoradas de López-Gatell, preguntándose si tiene novia, sin comprender que su beso puede ser el de la muerte.
López-Gatell se muestra sorprendido por quienes “no entienden la gravedad de la epidemia”. Ojalá comprendiera que él y su jefe son responsables de la desestimación y la insubordinación y la falta de información. No han sabido comunicar sin negar, educar sin apanicar, usar su carisma personal para producir un mejor escenario social. No han podido diseñar una estrategia viable para identificar, mapear y aislar el coronavirus. Sin transparencia, verdad y comunicación confiable y a tiempo, México perderá la batalla. Y habrá sido por reverenciar a falsos ídolos que a la hora de luchar, tenían pies de barro.
@DeniseDresserG