Roberto Blancarte
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Hace muchos años, tuve un jefe que me enseñó una cosa básica en materia de trabajo: “En la vida -me dijo- lo único que cuentan son los resultados”. Estaba yo tratando de explicarle por qué había llegado tarde a una reunión y, después de que me lo dijo, me quedé pensando: tenía razón. Aunque podía justificar, según yo con razones válidas y justificadas, mi retraso, el resultado era que había llegado tarde. Todo lo demás eran excusas que no se sostenían ante la realidad de los resultados. Y así es como a mí me gusta funcionar y eso es lo que les enseño a mis asistentes, estudiantes y gente con la que trabajo: las excusas y pretextos sobran: lo único que cuenta son los resultados.
La batalla de Culiacán fue ganada por los narcotraficantes. Todo lo demás son excusas. El resultado no fue que dejaron de morir 200 personas. El resultado fue que murieron por lo menos dos o tres decenas de personas y una ciudad de un millón de personas quedó paralizada. El resultado no fue la expansión del humanismo. El resultado fue que se fugaron más de 50 reos del penal de Aguaruto. El resultado fue que quedó claro que el Cártel tiene el control de la ciudad y que puede poner en jaque a las fuerzas del Estado en el momento que quiera. El resultado no fue el aumento de la seguridad entre los culichis, sino un caos generalizado cuyo fin depende ahora tanto de la inacción de las fuerzas del orden, que van a patrullar muy bien la ciudad, como de la prudencia y sensatez de los narcotraficantes, que se van a ocultar por un rato. En medio quedaron los sinaloenses, como una especie de rehenes, expuestos a los errores de unos y otros.
El problema, en realidad, va más allá de Sinaloa. Abarca todo el País. Porque el resultado de lo sucedido en Culiacán es que ahora todos los grupos delincuenciales en el territorio nacional saben, o creerán justificadamente, que si logran oponerse con suficiente fuerza al poder del Estado éste se va a retirar, va a liberar a quien hayan aprehendido (no es la primera vez, por lo demás, pero ahora es más evidente) y el delito cometido quedará impune.
Eso es, por lo demás, lo que está sucediendo en todo el País, donde todo tipo de autodefensas, guardias comunitarios o el pueblo bueno organizado retiene, secuestra, golpea y canjea a miembros de la policía o de las fuerzas armadas. Porque el verdadero resultado de la ineficacia e incapacidad del Gobierno ha sido el aumento de una violencia descontrolada. Ahora la excusa será el trasiego de armas, que será una nueva forma de no asumir su responsabilidad. Lo cierto es que el Presidente quiere hacer algo nuevo, pero confunde la dictadura, la tiranía y la represión con la aplicación de la ley, cuando le conviene, por supuesto.
En otros casos, por supuesto, señala que “nadie está por encima de la ley”. Y eso sí, descarga su ira contra el joven reportero que se atreve a hacerle una pregunta y contra los medios que se atreven a interrogarlo. Para ellos no alcanza el humanismo. Así, mientras los corifeos se apresuran a buscar excusas, la dureza de este Gobierno se dirige hacia todos aquellos que osan cuestionar la ausencia de resultados.