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"OPINIÓN"

"Estelares"

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    lqteran@yahoo.com.mx

     

    México atraviesa momentos estelares de su historia, asistimos a eventos que están cambiando los parámetros e incluso la manera de percibir la vida política. Y es que durante mucho tiempo los ciudadanos se acostumbraron a ver solo actos negativos en las actividades gubernamentales.

    Ahora los cambios que se vienen produciendo por la Cuarta Transformación dejan perplejos a muchos e impactan positivamente en la opinión pública. En algunos casos los críticos se resisten a creer lo que viene ocurriendo, por ejemplo en el caso del General Salvador Cienfuegos Zepeda, a quien las autoridades norteamericanas regresaron a nuestro país para que sea la Fiscalía General de la República quien lo procese, de encontrarlo culpable de los cargos que le adjudica el Gobierno de Estados Unidos.

    Las declaraciones que han vertido el Presidente de la República y el Canciller Marcelo Ebrard son contundentes y no dejan lugar a dudas: en México se acabó la impunidad y quien sea que cometa un ilícito no tiene otra alternativa que comparecer ante la justicia para probar su inocencia o pagar su delito, de acuerdo con la ley.

    Se tiene que aceptar que comenzamos a vivir nuevos tiempos, los inicios de un auténtico estado de derecho, donde no existen las influencias y nada por encima de la ley. El regreso del General Cienfuegos, para que se procese de acuerdo con las leyes de nuestro País, una vez que se compruebe el delito que cometió, marca un verdadero hito en nuestra historia.

    El Canciller Marcelo Ebrard Casabón aclaró: “México no defiende a una persona, sino un principio. Para México no existe escenario de impunidad”. Sería muy costoso haber optado por tener esa conversación con Estados Unidos, lograr que se desestimen los cargos por parte de los jueces federales del país vecino, hacer retornar al indiciado ex Secretario de Defensa a México y luego no hacer nada, sería casi suicida. De lo que se trata es que la justicia mexicana ejerza su soberanía y aplique el derecho. Ese principio de soberanía extensivo al campo de la Justicia es lo que defiende nuestro País. Lo dijo claramente el Canciller: “¿Qué defiende México?”. “Un principio” agregó.

    En muchos rubros de la vida nacional se tienen que aceptar a fuerza de realidad que la Cuarta Transformación marcha indetenible hasta consolidar un nuevo rostro de México, con plena democracia y libertades tangibles en el seno de la sociedad. Ese México democrático es el fin supremo por el cual trabaja 16 horas diarias el Presidente Andrés Manuel López Obrador, para, terminado su sexenio, irse a vivir a su querida Macuspana, a descansar tranquilamente después del deber cumplido con su pueblo.

    No dudamos que su gobierno logrará todas las metas que se ha echado a cuestas desde el primer día de su gobierno, y su ideal es no fallarle al pueblo en lo que se comprometió, lo va a cumplir con largueza, de acuerdo con los avances de sus programas prioritarios.

    Entregar un nuevo país, con bases para su desarrollo en condiciones de mayor equidad, es la meta a alcanzar, pese a las permanentes campañas que ultraderechistas y conservadores, un día y otro también, lanzan para denostar su gobierno, con los peores sofismas que se les ocurren.

    Lo que más molesta a los conservadores es que el grueso de la ciudadanía apoya abiertamente al Presidente López Obrador y acompañan los cambios que impulsa, que se convierten en permanentes e inamovibles, por las bases sólidas en que están fincados.

    Es cierto que hay rémoras y rezagos, lodos de viejos tiempos que intentan persistir. Cacicazgos todavía existen en algunas universidades públicas del País, distorsionando la misión académica que es a lo que se deben destinar por entero, sin distractores, sus recursos humanos y económicos. En lugar de ello, se han creado patrimonialismos de grupo de manera ostensible. Incluso, en su soberbia y desatino, esos caciques se hacen notar, porque les gusta presumir su poder absoluto, hacer ostentación de su control unipersonal y se jactan de no tener oposición. Pero esa soberbia se asienta en una base de gelatina, porque cualquier auditoría o investigación patrimonial puede dejar al descubierto el teje y maneje de la corrupción en ese ámbito público.

    Lo sabemos de buena fuente, la cuarta transformación también va a alcanzar a las universidades públicas.