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@rodolfodiazf
Se puede llorar de alegría y felicidad, pero normalmente asociamos las lágrimas al sufrimiento y dolor. En momentos de soledad y tristeza es cuando más se necesita contar con una persona comprensiva y misericordiosa que enjugue las lágrimas.
La encargada de compartir su reflexión en la sexta estación del Vía Crucis -La Verónica enjuga el rostro de Jesús- fue una catequista de una parroquia que visita a los reclusos en la penitenciaría, quien expresó:
“Como catequista enjugo muchas lágrimas, dejándolas correr. No se puede encauzar el desbordamiento de los corazones desgarrados. Muchas veces encuentro hombres desesperados que, en la oscuridad de la prisión, buscan un porqué al mal que les parece infinito. Esas lágrimas tienen el sabor del fracaso y de la soledad, del remordimiento y de la falta de comprensión. Con frecuencia imagino a Jesús en la cárcel, en mi lugar: ¿Cómo enjugaría esas lágrimas? ¿Cómo calmaría la angustia de esos hombres que no encuentran una salida a aquello en lo que se han convertido sucumbiendo al mal?”
Señaló que no es fácil ofrecer consuelo y plausibles respuestas, pero abre su corazón al sufrimiento:
“Encontrar una respuesta es un ejercicio arduo, a menudo incomprensible para nuestras pequeñas y limitadas lógicas humanas. El camino que me sugiere Cristo es contemplar esos rostros desfigurados por el sufrimiento sin tener miedo. Me pide quedarme allí, a su lado, respetando sus silencios, escuchando su dolor, buscando mirar más allá de los prejuicios. Exactamente como Cristo mira nuestras fragilidades y nuestros límites, con ojos llenos de amor. A cada uno, también a las personas que están recluidas, se nos ofrece cada día la posibilidad de convertirnos en personas nuevas, gracias a esa mirada que no juzga, sino que infunde vida y esperanza”.
¿Enjugo las lágrimas brindando amor y comprensión?