Editorial
Solemos soñar con lo que nos hace falta, pero al mismo tiempo olvidamos voltear a ver lo que ya tenemos, y esto se aplica igual a nuestra vida personal que a la política y a las necesidades de nuestra sociedad.
El comentario viene a cuento por la noticia que reveló que en Guasave hay abandonada una oficina de monitoreo de la calidad del aire, una de esas oficinas que en el proyecto parecen la base de toda una tecnología futurista y después terminan en el abandono.
La idea de contar con una oficina de este tipo suena muy bien, imaginen los datos que puede arrojar y lo que se puede hacer con ellos, es una de esas infraestructuras que permiten obtener información para tomar decisiones.
Bueno, pues resulta que con todo y su tecnología, la mentada oficina permanece cerrada, sin tomar en cuenta los millones de pesos que se hayan gastado en su construcción.
Hace unos días se dio a conocer que la oficina de C4 de Mazatlán, la encargada de monitorear las cámaras de vigilancia del puerto funciona a medias, ya que decenas de cámaras simplemente no funcionan.
Además los resultados de lo que se consigue ver y grabar no llegan a los mandos policiacos, o no lo hacen de manera que puedan servir para luchar contra el crimen.
Y así como esos dos ejemplos de infraestructura subutilizada o totalmente abandonada tenemos muchas en Sinaloa, y de todos los tamaños, nomás acuérdese del Tiburonario de Mazatlán o del Parque Temático de Culiacán.
El asunto viene de lejos y siempre huele a corrupción, a mala administración, a celos y revanchismo político: lo construye un alcalde o un gobernador y su sucesor lo olvida, como una forma de enterrar los logros del pasado.
En estos tiempos de austeridad y necesidad forzosa, a lo mejor podríamos revivir algunos de esos “elefantes blancos”, les damos una remozada y los ponemos a trabajar.