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¿Cuál es el mejor camino? Depende para qué y para dónde. Lo esencial es saber qué se quiere lograr y hacia dónde se necesita ir. No tiene caso iniciar una travesía sin tener claro el destino y sin contar con los elementos necesarios para lograrlo. Sin una adecuada brújula es posible, incluso, que se camine solamente en círculo.
El tiempo de comienzo de año es ideal para replantearse objetivos, metas, anhelos, ideales y el camino a seguir para alcanzarlos. Si no reflexionamos en ello corremos el riesgo de extraviar el camino y nunca llegar a nuestro destino.
Es clásico el pasaje de Lewis Carrol en que una extraviada Alicia le pregunta al gato de Cheshire: “¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?” Eso depende de adónde quieras llegar –contestó el gato. “A mí no me importa demasiado adónde...”, empezó a explicar Alicia. “En ese caso da igual hacia dónde vayas” interrumpió el gato... ¡siempre que llegue a alguna parte”, terminó Alicia a modo de explicación. “¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte –dijo el gato- si caminas lo bastante”.
Juan Rulfo, en Pedro Páramo, escribió un pasaje semejante: Juan Preciado le preguntó a la mujer de la choza donde le dieron cobijo: “¿Cómo se va uno de aquí?” “¿Para dónde?”, respondió la mujer. “Para donde sea”, replicó Preciado. “Hay multitud de caminos. Hay uno que va para Contla; otro que viene de allá. Otro más que enfila derecho a la sierra... Este otro de por acá, que pasa por la Media Luna. Y hay otro más, que atraviesa toda la tierra y es el que va más lejos”.
Un cristiano conoce la perentoria respuesta de Jesús: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).
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