Arturo Santamaría Gómez
santamar24@hotmail.com
Son incontables los libros que se han escrito sobre el narco mexicano, unos valen la pena otros más bien convendría olvidarlos; pero el más reciente de Anabel Hernández, El traidor- también autora de Los señores del narco, el texto de este corte más vendido en México y ya traducido el inglés y al italiano- es, a mi parecer, el más importante de todos.
Lo es porque ninguno previamente escrito nos había dejado tan claro cómo funciona el narco en México. Y sí, porque tampoco ningún testimonio había sido tan abundante y detallado como el que otorga Vicente Zambada Niebla, “Vicentillo”, personaje de primera fila del Cártel de Sinaloa, aun a su pesar, e hijo del ya mítico “Mayo Zambada”. El libro, para que lo sepan quienes no estaban enterados de él, se fundamenta principalmente en escritos de puño y letra del hijo más querido de “El Mayo” y en la información de Fernando Gaxiola, uno de los abogados más cercanos al Cártel de Sinaloa y del propio Vicente, así como declaraciones del primogénito de Ismael Zambada hechas en la Corte del Distrito Norte de Illinois, entre otras fuentes.
De este texto podemos desprender muchas tesis sobre el funcionamiento del crimen organizado mexicano y no tan sólo del que tiene su nacimiento y espacio principal en Sinaloa. Una de ellas, que quizá a algunos les parezca obvia, es que el narcotráfico mexicano es, queda muy claro con este libro, un tema político. Su variable explicativa principal es justamente la política, al menos en la dimensión que han alcanzado los cárteles mexicanos.
Es más, por lo menos desde los años setenta del siglo anterior, con Luis Echeverría, el crimen organizado, con todas las contradicciones, vaivenes y retruécanos que ustedes quieran, es parte del sistema político mexicano; o dicho de otra manera, es un actor subterráneo, impredecible, inasible, maleable e informal del Estado mexicano en sus diferentes estructuras y niveles de poder. Es como el fantasma, pero real, del Estado mexicano, al margen del gobierno y partido que lo presida.
Y cuando decimos Estado, eso es lo que queremos decir: el conjunto de las instituciones o estructuras formales de él: los tres poderes a nivel federal y a nivel estatal en casi todas las entidades del País, incluyendo actores y dependencias centrales de las Fuerzas Armadas, prácticamente todas las policías a nivel federal, estatal y municipal; sin dejar de lado empresas paraestatales, como Pemex. Y si ustedes me apuran, el narco también ejerce influencia e incluso control sobre actores y sectores de los medios masivos de comunicación, redondeando así su enorme poder en el conjunto de lo que algunos sociólogos y politólogos llaman el sistema político de dominación, en el que se incluye al Estado y las estructuras de poder ideológico, cultural y mediático en manos de particulares.
En este artículo utilizo conceptos pero Vicente Zambada habla de hombres y mujeres de carne y hueso- la mayoría de Sinaloa-, y de instituciones con nombre y apellido; habla de lugares, de fechas y tiempos concretos. Es decir, del Estado desnudo a través de sus diferentes gobiernos y actores con los que su padre Ismael Zambada, Joaquín Guzmán, “El Chapo”, su abogado Fernando Gaxiola, su tío “El Rey Zambada” y otras personas claves han tenido tratos y acuerdos y, por supuesto, muchos negocios.
Esta es la otra variable central del tema: el dinero millonario que permite los acuerdos políticos. Sin los millones de dólares que se distribuyen entre políticos, policías, militares, empresarios, abogados y narcos no hay danza húngara.
Digamos que lo que pagan los narcos a diversos funcionarios de los diferentes gobiernos a través de sexenios, si hablamos de niveles federales y estatales, y de trienios si nos referimos a niveles municipales, es una especie de impuesto subterráneo, variable pero institucionalizado; es decir, que forma parte del andamiaje establecido, pero que no tiene beneficios públicos sino privados.
Una pregunta clave para entender cómo ha evolucionado y hasta dónde pueden llegar los cárteles de las drogas en México es ver si el nuevo gobierno federal encabezado por AMLO puede detener, o al menos limar, la espiral creciente del crimen organizado que con Luis Echeverría- cuando fundamentalmente se exportaba mariguana y goma- empezó a forjar un poder nacional e internacional, y que continuó creciendo en territorio, capital, poder político, violencia y diversificación en el mercado de drogas al incorporar masivamente cocaína y alucinógenos de laboratorio, con otros siete gobiernos, desde López Portillo hasta Peña Nieto.
Pecando de realismo, que para algunos será pesimismo, puede afirmarse por lo visto en el primer año de AMLO y lo que nos revela El traidor, que el Gran Narco seguirá siendo parte de las estructuras de poder en México porque el Estado, sobre todo en este tema, no actúa homogéneamente, no es una estructura pétrea. Como hay una multitud de intereses en juego hay muchos actores, incluso en una misma dependencia o nivel de gobierno, que llegan a enfrentarse entre sí, aliados o al servicio del las diferentes organizaciones criminales.
¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca del crimen organizado!
Posdata
La detención de Genaro García Luna y este libro seguramente modificarán el mapa político del gobierno de AMLO y de Morena para 2021, sobre todo en Sinaloa. Y de paso, hunden más al PAN y al PRI en todo el territorio nacional.