Caía la noche del pasado lunes sobre los pesados laureles de la India que vigilan desde siempre la Plazuela La República. Las pantallas superlativas, los banners gigantes y las, cientos, miles, sillas blancas eran la antesala visual de lo que estaba por acontecer, un informe a la altura del ego del Alcalde Luis Guillermo Benítez Torres. Poco parecía ser sobrio, menos austero, se echaba la casa por la ventana ante una audiencia traída desde la zona rural y las colonias populares del puerto.
Estaban los controles de seguridad en los accesos para que no se colaran los indeseables que ha ido dejando este gobierno, un camión Kenworth estaba al lado para suministrar energía, un escenario ad hoc; bloqueo de calles alrededor del Palacio Municipal y como colofón: Un recuento de acciones coloridas donde la figura central siempre es el Alcalde. Sea abrazando a una abuela desvalida, dando un banderazo a la pavimentación de una calle o aplaudiendo en un espectáculo de Carnaval.
Se trataba de que el ritual fuera solo del ungido, del representante municipal de la 4T, la fiesta de “El Químico”, de quien en el éxtasis del ritual diría sin rubor alguno que su gobierno: “Es un parteaguas, un antes y un después en Mazatlán, pues nos dimos a la tarea de poner orden en la casa, obligando a todos por igual a observar el cumplimiento de las leyes”, ante la sonrisa socarrona de Alejandro Higuera, quien tres veces ha sido Alcalde del puerto.
Igual, sin que “El Químico” reparara un momento en ella, entre los regidores estaba estoica la Síndico Procuradora y ella sabe que en este gobierno la ley no siempre se cumple y menos cuando de nepotismo se trata. Y lo mismo, seguramente sucedió con algunos de los periodistas críticos que escucharon atónitos que este gobierno ha trabajado de la mano con el gremio para informar puntualmente de la gran obra municipal de la 4T. No se diga, con muchos de los morenistas, que le hicieron la campaña y que se sienten traicionados pues, dicen, “El Químico” en el ejercicio de gobierno ha mostrado su verdadero rostro.
Y no estuvieron ahí, como sí, panistas y priistas que hoy integran el gobierno municipal. Algo no cuadraba en la imagen de fondo, no estaban los símbolos emblemáticos de la 4T: Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Cárdenas; ni la bandera nacional, la imagen principal era sobria, fondo blanco, con la leyenda Primer Informe de Gobierno, allá abajo estaba el tinto morenista, perdido como el aire que se respiraba, como si a los escenógrafos se les hubiera olvidado, o quizá sólo se trataba de dar el lugar al ego ¿para qué otros rostros? Así fueran los símbolos de Morena, de la patria.
Y hablando de Morena. A la zaga, a un paso del acceso al escenario se había quedado Merary Villegas, la Diputada federal, esperando en las sombras una cortesía para sumarse al elenco principal y estar en la foto del poder. Nunca fue llamada. Y en un determinado momento desconsolada se retiró como había llegado. Y, sorprendente, no estaban los cuatro diputados locales del puerto, tampoco su candidata Tatiana al gobierno del estado, menos su “hermano” Max ni Olegaria Carrasco, quien rompió recientemente con el alcalde ... ni los senadores Rubén Rocha o Imelda Castro. Estaba bichi, como dirían en mi tierra.
Sólo estaba ahí Édgar González, como representante del Congreso del Estado, con un traje que desentonaba, negro como la noche, con la blancura y los colores pastel de la ropa del resto del elenco político. Ninguno de la mayoría morenista. Algo, debió suceder, cuando desde la 63 Legislatura mandan al único perredista. ¿Cuál era el mensaje? Estaba eso sí, Jaime Montes, el superdelegado, que recientemente se hizo público que está sujeto a investigación por la Secretaría de la Función Pública, por hacer uso electoral de los programas sociales del gobierno federal.
No cuadraban esas ausencias siendo el informe de uno de los más fieles de AMLO, de los que picaron piedra, y le pusieron dinero de su bolsillo al proyecto obradorista, que estuvieron en las malas y ahora en las buenas están sólo con sus propios fieles, los funcionarios de ocasión, los que antes estuvieron en los gobiernos panistas y priistas. Pero, eso, que importaba, el Alcalde chupaba faros, ya se verá quién es quién en las próximas batallas.
A “El Químico” le faltó acompañamiento político, ese que le da espesura a los actos públicos, el que construye futuro. Alianzas políticas. Sobró autoelogio y faltaron puentes. Quien le escribió el discurso fue un queda bien de aquellos: Godínez, ¿qué hora es? La que usted ordene jefe. El discurso estaba más cerca del ego que de la política. Más cerca del yo que del ello civilizatorio. De la imprudencia que de la sabia prudencia política. Mostró la falta de asesoría política, la que supera las emociones a flor de piel, esa que acusa de deshonestos a sus funcionarios o falta de compromiso con la 4T. El del aquí y el ahora. La que da perspectiva y hace visible y da futuro a un político.
Por eso, quizá, no estuvieron ausentes las disculpas públicas a quienes se ha molestado con las acciones de gobierno, como esa de las sillas banqueteras de los restaurantes de Olas Altas. La visión chiquita. La de hacer sentir el rigor del gobierno con los ciudadanos de a pie. Que se sepa que el que manda es “El Químico”, él, que antes llevaba pan del pueblo de Malpica a la mesa de la Fonda del Chalío, hoy tropieza con viejos amigos, quienes no dan crédito a tanta desmesura, tanta falta de autocontrol y tanta llanura política.
Y en el horizonte, no se ve que las cosas vayan a cambiar, porque el gobierno es él, el poder superlativo, el ego del “yo mando”, nadie más, por eso los relevos de quienes pudieran competir en el 21, dejando en los puestos públicos pura infantería. Sin tamaños, sin ambición política, sin futuro, sólo un lugar en la nómina. Quizá, por eso, en este primer informe bajo las sombras de la noche y los laureles de la India había un malestar que se vio cuando en medio del discurso la gente se empezó a ir, dejando huecos, que nunca, nunca, pudo llenar el discurso de autoelogio.