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Una canción del grupo Mocedades insistía en el regocijo de volver al hogar: “Vuelvo a la tierra donde nací vuelvo a mi casa, a mi lugar como una ola vuelve al mar hoy vuelvo yo, vuelvo a mi hogar... Traigo un pasado para plantar, manos cansadas veinte años más. Traigo recuerdos que olvidar, pero no importa, vuelvo a mi hogar”.
Es importante resaltar que no simplemente se habla de retorno a casa, sino de retorno al hogar. Para que una casa sea hogar se requiere encender el calor de la hoguera del amor, de otra manera será una estancia fría, sin cariño, sin vínculos. Será una casa de asistencia, pero nunca un auténtico hogar.
Este retorno a casa es un relato primigenio. Es clásico el relato homérico del regreso de Ulises, en La Odisea. No sabemos si Homero existió en realidad, pero lo que sí sabemos es que el retorno a casa es una de las narraciones más antiguas y ha sido retomada por muchos autores: Dante, Joyce, Kazantzakis, Cavafis, Yorgos Seferis, Borges, entre otros.
En 2013 se celebró en Alemania un seminario titulado “Excelencia en el Hogar”, en donde María Pía Chirinos compartió una conferencia llamada “La casa de Odiseo”, destacando lo siguiente:
“Puesto a elegir entre ser como los dioses, porque era un guerrero extraordinario, o regresar a casa, Odiseo se decide por su casa, por su familia, que son para él su más ambicionado bien.
“Un hogar en el que uno se siente reconocido y amado da al ser humano la fortaleza que necesita para hacer frente a la vida. Con este fondo, resulta comprensible la decisión de Odiseo que prefirió volver a su casa renunciando a lograr la máxima fama”.
¿Es la familia mi máximo bien? ¿Vuelvo a mi hogar?