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Al parecer, con la llegada del actual gobierno de López Obrador a la Presidencia de la República, los conceptos de ética y moral regresan con una mayor presencia, al menos en el discurso y los razonamientos argumentativos del Ejecutivo Federal. Su primera reaparición en el actual gobierno fue la reimpresión masiva del libro titulado “Cartilla Moral” de Alfonso Reyes y hace unos días con la publicación del último libro de AMLO “Hacia una economía moral” el pasado 20 de noviembre.
El retorno de estos dos conceptos obedece evidentemente a la necesidad de reorientar la formación de las actuales y futuras generaciones con un sentido cívico y ético, reinsertar en su imaginario la responsabilidad moral y el compromiso ético que reorienta la atención hacia el otro, hacia nuestros semejantes. En el contexto educativo encontramos que en las últimas décadas del 20 y parte del 21, las materias de ética, moral, filosofía, lógica, civismo, prácticamente habrían desaparecido desde la educación básica hasta la universitaria, en esta última si acaso se consideraban como subtemas de otras materias, periodo en el que se estima fueron desvaneciéndose los criterios de una ética profesional y la responsabilidad social en el ejercicio de sus profesiones sin importar el ámbito.
Para el pedagogo mexicano Ismael Vidales Delgado, ninguna sociedad se puede vanagloriar de haber logrado los niveles de ética, moral y ciudadanía supremos. Mientras que en México, para la década de los 90 ya se acusaba una de las más severas crisis de ética y moral de que se tenga memoria.
Una de las causas que dieron origen a esta suerte de relaciones humanas y sociales fue que en todos estos años, ahora denominados como del periodo neoliberal, la educación moral y ética se orientó, como afirma Vidales Delgado, a dar respuesta a los ideales empresariales de: “excelencia”, “calidad”, “competencias”, “competitividad” pretendiendo formar ciudadanos emprendedores, competitivos y consumidores, capaces de garantizar la supremacía del mercado y del sistema financiero sobre los valores fundamentales que han permeado la formación humanística desde la antigüedad.
De ahí que la formación de criterios éticos y morales tuviera más relación y sentido en el logro de proyectos personales de quienes recibieron una educación en este periodo con un mayor énfasis a la utilidad del conocimiento en términos materiales y muy poco en relación a un sentido espiritual y conciencia de lo colectivo. Se educó, digamos, más para servir de “algo”, “ser productivo” en una economía regida por el mercado y el consumo y no una educación para “vivir” y formarse en una relación social de autonomía y autorrealización.
Ahora bien, estas modificaciones curriculares en la educación, hoy cobran factura y por eso vemos, vivimos y padecemos índices escandalosos de corrupción no sólo en el servicio público, sino en la iniciativa privada y el resto de los ámbitos de nuestra sociedad mexicana sin distinción.
Las generaciones que actualmente están al frente de nuestras instituciones públicas, son, en su gran mayoría, las que estuvieron bajo la tutela de los criterios en los que la ética y la moral, poco tuvieron que ver en su formación educativa y profesional. De ahí que el tema de la ética y la moral recobren vigencia en el ámbito público y político. Como anota el maestro investigador Alejandro Ordieres, es prácticamente imposible ignorar que la corrupción y la impunidad se encuentran en la raíz de los problemas políticos, institucionales y sociales de nuestro país. Un tema complejo que conduce a la destrucción de nuestras instituciones, al desprecio de la ley, al reino de la ilegalidad, al abandono de la moral y a la desconfianza de nuestros gobernantes.
De ahí la pertinencia de retomar el origen y significados de lo moral y ético, como importantes instrumentos de orientación y control en el uso del poder público. De otra manera, la confianza no volverá a ser parte de la relación entre ciudadanos e instituciones no sólo públicas sino también privadas.
En estos dos conceptos de moral y ética, descansa la respuesta de nuestra condición como sociedad, en la definición y aplicación que hemos dado de la ética y la moral en nuestras vidas, en lo individual como en lo social. Del comportamiento ético como la esencia de nuestra condición de sociedad “civilizada” y el orden de importancia de lo moral y valores que nos brindan criterios para decidir por el bien común, por el bienestar de la colectividad. Atributos de nuestra vida en comunidad, de aquello que somos, hacemos, valemos y representamos como individuos en una sociedad.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.