rfonseca@noroeste.com
rodifo54@hotmail.com
Hay que tomar la vida con seriedad, pero no al grado de perder la proporción del sentido del humor. Es cierto que no se debe aligerar la responsabilidad de las acciones, mas tampoco es necesario ni conveniente repicar con solemnidad las campanas todo el día.
La seriedad no está reñida con el sano humor, pues éste permite relativizar lo que absolutizamos demasiado. No es lo mismo tomar las cosas con seriedad, que mantener permanentemente un rostro severo y adusto en el que ni por equivocación asome la sonrisa.
Hay personas que cuando ostentan un alto cargo o son revestidas de gran dignidad pierden el piso, asumiendo una pose hierática e inflexible. Sin embargo, la afabilidad, alegría y buen humor -aun a costa de sí mismo- es un lenguaje fresco, solidario, espontáneo, relajante y accesible.
Incluso, el humor suele ser escoltado por una equilibrada dosis de ironía, como en el caso del papa Juan XXIII. En cierta ocasión asistió a una comida oficial en una Embajada de París y a su lado fue colocada una dama con un vestido muy escotado. El Pontífice platicó abiertamente y al llegar al postre depositó una manzana en el plato de la dama, diciéndole: "Señora, coma la manzana, porque comiéndola nuestra madre Eva se dio cuenta de que estaba desnuda".
En otra ocasión, el jefe del Gobierno francés y reconocido anticlerical, Édouard Herriot, le preguntó su opinión sobre jóvenes y viejos. Juan XXIII respondió: "Los hombres son como el vino. Algunos se convierten en vinagre, pero los mejores ganan con el tiempo".
Algo semejante contestó Voltaire cuando una señora le dijo: "Si yo fuese su mujer, le daría veneno en la comida". A lo cual respondió: "Señora, si yo fuera su marido me lo tomaría".
¿Hago gala de relajante humor?