"El PRI Sinaloa: al dominó o al ajedrez. Primero la alianza, luego el candidato"
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En los días que corren de aquí a que el Partido Revolucionario Institucional deba determinar quién es su candidato al Gobierno de Sinaloa, una sola cuestión puede quitarles el sueño a los actores que se involucrarán en la definición. ¿Cómo quieren despertar el 7 de junio de 2021: lamentando las posiciones que tuvieron que cederles a otras fuerzas políticas para poder ganar la elección, o arrepintiéndose de no haber otorgado tales concesiones cargando con el dramático peso de la derrota?
La habilidad para armar y desintegrar alianzas electorales tiene bastante que ver con la negociación, así sea entre contrarios o con sujetos y personajes antípodas. Y el PRI, si es que quiere seguir en la titularidad del Poder Ejecutivo, tendrá que hacer coaliciones formales, de facto o de intención con los partidos Acción Nacional, de la Revolución Democrática y Sinaloense, por lo menos.
De otra manera se le dificultará al partido del Gobernador Quirino Ordaz Coppel romper el pronóstico que le apuesta a la enorme posibilidad de que el Movimiento Regeneración Nacional, con candidata o candidato, logre mayoría de votos en la elección constitucional intermedia. Ir solo, o estructurar una alianza a medias, equivale por adelantado al fracaso de la oferta que el tricolor le presente a los votantes.
Es por ello que a Quirino Ordaz y al dirigente nacional priista, Alejandro Moreno Cárdenas, les debe estar dando vueltas en la cabeza la encrucijada de con cuál estrategia darle forma en Sinaloa a un bloque partidista ganador. Más allá del hermetismo en que está plantado el Mandatario estatal, o que en el mejor de los casos tenga bajo la manga el as ganador, primero ha de ser la alianza y luego resolver quién la encabeza.
Invertir el esquema es peligroso y además inviable. Al clarificar las cláusulas de la coalición y garantizar apego a las mismas, los partidos deben entender tres cosas: hay un PRI que lleva mano al decidir al candidato, sea del partido o tenga un perfil ciudadano; hay también varias siglas frente a un enorme pastel político a repartir con el criterio de tantos votos aportas tanta tarta te toca, y las tajadas se asignan como canje de sufragios, no a cambio de las presiones ejercidas.
Cualquiera sabe, cuantimás los dirigentes de los partidos, de qué tamaño es la fuerza electoral de cada uno. Dejando de lado las encuestas que cada organización política se mandó hacer a modo, las encandiladoras estrategias en redes sociales, la vistosa labor social y las ruidosas expresiones de los seguidores exaltados, se puede desistir de la táctica de querer tapar el sol con un dedo y delimitar los alcances y topes reales. Entre gitanos es imposible que se lean las manos.
Antes que cualquier otra cosa, la alianza. El inconveniente es que la mayoría de los partidos están calculando de qué lado les iría mejor, con el PRI o con Morena, sin percibir que donde menos podrán pelear prerrogativas, porque es el que menos los necesita, es con Regeneración Nacional, pues ese movimiento le apuesta mucho, casi todo, a que el factor López Obrador se traduzca en triunfos electorales, inclusive con candidatos que hagan de las campañas un placentero lapsus de vigilia.
A la inversa, si el PRI define al candidato y después la alianza, estaría evidenciado que juega bien al dominó pero muy mal al ajedrez. Sería algo así como la errónea faena de dedicarse a ahorcar todas las mulas y perder las fichas claves para ganar la partida. El ajedrecista que debe ser el PRI o el Gobernador, o los dos juntos, necesita de la inteligencia y habilidad para no asestarse el jaque mate a sí mismo y en el primer movimiento.
Otra eventualidad sería que la maniobra priista aguante al límite de los tiempos la decisión en Sinaloa en espera de conocer y estudiar al contrincante que le pondrá Morena. Al 23 de diciembre deberán registrarse ante el Instituto Estatal Electoral los convenios de coaliciones entre partidos y al vencerse ese plazo el morenismo local sabrá a quién postulará según los términos establecidos para la encuesta en la cual descansará la nominación del partido de la Cuarta Transformación.
Sin embargo, estirar los tiempos hasta que las fechas formales obliguen a decidir le abre cauces al fantasma de la división en el PAN y PRI, las dos principales fuerzas que obligadamente irían juntas en la mancomunidad 2021. Rubén Rocha Moya por parte de Morena, y Sergio Torres Félix por Movimiento Ciudadano están capitalizando la indecisión priista para jalar algunos adeptos a sus aspiraciones.
Y aquí es donde las cosas se ponen como para quitarle el sueño a cualquiera. Lo que hagan o dejen de hacer el PRI y el Gobernador será crucial para que al día siguiente de la elección sepan que hicieron lo correcto construyendo una gran alianza con todo y los estigmas que arroparon, o deploren perder el poder nomás por jugar al dominó como novatos cuando pudieron haber actuado con las destrezas de experimentados ajedrecistas.
Reverso
A ver para qué les alcanza,
La materia gris disponible,
Para armar la gran alianza
O el “hicimos lo posible”.
El Obispo de los pobres
Durante 22 años Benjamín Jiménez Hernández fue un gran líder de la Iglesia católica en Sinaloa crucificado en vida por escándalos de su clerecía y al mismo tiempo enaltecido por ofrecerles la mano solidaria a quienes la necesitaba desde la marginación, violencia, enfermedad o cualquier tipo de adversidad. Desde los altares enfrentó a grupos del sacerdocio que por buscar destituirlo fueron desterrados de la Diócesis de Culiacán, pero a la vez se alejó de los deslumbrantes ritos y fastuosos templos, para irse a los pueblos de la sierra y de los valles a atender a feligreses que ni siquiera diezmo podían dar. Preferimos recordarlo como el Obispo de los pobres.