Editorial
Uno de los principales beneficiados por la derrota de Donald Trump en la carrera por la Presidencia de EU fue el planeta Tierra.
Nada más salió Trump del poder y Estados Unidos regresó al centro de la lucha en contra del cambio climático, aplazada durante los cuatro años de la pesadilla del republicano.
Trump dejó muchos pendientes que el Gobierno de Joe Biden se apresta a solucionar, la economía más poderosa del mundo, principal responsable del calentamiento global había sido sacada del Acuerdo de París y jamás ratificó el Protocolo de Tokio, dos de los principales esfuerzos internacionales para reducir las emisiones de gases de invernadero.
La ventaja del regreso de los estadounidenses es que lo hacen impulsados por un Biden que intenta dejar atrás el recuerdo de Trump, enviando a John Kerry como su representante ante los organismos internacionales que vigilan el medio ambiente.
Kerry está llamado a liderar un esfuerzo por recuperar el tiempo perdido durante los cuatro años de la pesadilla Trump y ha declarado que están listos para recuperar el tiempo perdido.
Otra de las ventajas de los estadounidenses en su nueva etapa es que llegan con el apoyo de los diputados y senadores, las dos cámaras dominadas por los demócratas, algo que ni siquiera Barack Obama pudo presumir.
Los estadounidenses se impusieron dos retos que podrían cambiar la lucha en contra del calentamiento global en el mundo: Para el 2050 emitir solos los gases que sus bosques puedan absorber y para 2035 producir solo energías limpias.
Si los estadounidenses consiguen, por lo menos, acercarse a esas metas, habrán dado un ejemplo al resto del mundo y podrían marcar la diferencia en la lucha por salvar al planeta.
Una lucha que ya no puede esperar.
