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Acerca de la pandemia, esta semana se desprendieron buenas noticias sobre las ansiadas vacunas, las que muy posiblemente vendrán a apaciguar los contagios, y por supuesto, la dolorosa cifra de fallecidos, misma que para los fríos especialistas en estadísticas no es tan alarmante, en virtud de que, en función de la población total de nuestro país, apenas y representa un 5 por ciento. No sé si piensen lo mismo cuando les llega la lumbre.
En cuanto al logro de los inmunizantes, Rusia ha dado la primera campanada, aunque cuestionada, no deja de perder su carga de optimismo, y bueno, también toma tintes verdes esperanzadores el anuncio del gobierno mexicano en el sentido de estar sentando las bases para impulsar la producción de vacunas en alianza con la farmacéutica londinense AstraZeneca, con importante apoyo financiero de la fundación Slim.
Gran noticia, sin duda, muy por encima del purulento caso de Emilio Lozoya y sus presuntos cómplices de reputación ampliamente conocida, a la altura de la del asaltante de la combi, bueno, tal vez un poco abajo, ya que el vapuleado caco, por lo menos, se la jugó tratando de lograr el botín.
Procurando conseguir temas para exponerlos ante mi audiencia, siempre me gusta acudir al árbol de las efemérides y encuentro que el día de mañana 17 de agosto del año de nuestras angustias, se celebra el Día Mundial del Peatón, promovido por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La fecha fue elegida en virtud de que justo el martes 17 de agosto de 1897, ocurrió el primer atropellamiento vial en el mundo, hecho que ocurrió en Londres, Inglaterra, siendo la víctima fatal, la joven Bridget Driscoll, y desde entonces a la fecha, han perdido la vida millones de seres humanos por la misma causa.
La OMS estima, que, en el 2017, a nivel mundial murieron 1.3 millones de personas por atropellamiento, y en nuestro país, a dicho corte anual, perdieron la vida 24 mil individuos. Números fatales a los cuales hay que agregar cantidades enormes de sobrevivientes que quedan marcados para el resto de sus vidas, con alguna discapacidad física o mental.
La mayor parte de dichos accidentes suceden en los países en desarrollo, entre ellos, el nuestro, el cual, parece que está anclado en dicha categoría ¿y por qué en dichas entidades? Bueno por la falta de una cultura vial y porque las inversiones en obra pública, tanto en construcción como en mantenimiento, mayormente están pensadas en la fluidez del tráfico vial y no en la comodidad y seguridad de los viandantes.
Y no tengo que ir muy lejos para sostener mi dicho, basta y sobra con observar lo que sucede en nuestro municipio porteño, en cuyo presupuesto anual de egresos jamás se ha contemplado ni un solo peso para el mantenimiento y mejora de banquetas, de tal suerte, que caminar por ellas, resulta toda una aventura y causa de muchos tropezones por parte de los turistas, especialmente de los extranjeros.
También se agrega que cuando se construye una nueva avenida, en lo último que piensan los proyectistas, es en los espacios peatonales, ejemplo de ello, es la avenida Reforma, en la cual, muchos tramos de banqueta no cuentan con pavimento.
¿Y qué tal con el absurdo de los puentes peatonales dentro del perímetro urbano, como es el caso de los colocados sobre la Avenida Ejército Mexicano? Los tres, pasando por la prioridad y el derecho de paso que tienen los usuarios de la clínica del Seguro Social, la población estudiantil de la UAS y el de la comunidad en general que utiliza el cruce de dicha avenida con la calle Río Piaxtla, sitio que está perfectamente semaforizado.
Y si ustedes piensan que las autoridades autorizaron las inexplicables elevaciones pensando en la seguridad peatonal, no hay tal, ya que obedecieron a meros intereses comerciales y de provecho personal de quienes los autorizaron.
El peatón debe ser la guía de cualquier proyecto urbano, por respeto a la dignidad humana y a sus derechos constitucionales de seguridad y disfrute del espacio público. ¡Buenos días!