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Esta semana me topé con dos videos que no tienen desperdicio. El primero (que también fue nota “curiosa” en un par de noticiarios nacionales), trata sobre una persona que, con el inconfundible acento hermosillense, narra la manera en que más de un centenar de personas hace cola esperando que abra sus puertas un expendio de cerveza. Y como ni el sol, el calor o el coronavirus disuadirían a los alineados en la serpenteante hilera, tuvo que intervenir la policía para mandarlos a casa y cerrar temporalmente el expendio, dejando en claro que la advertencia de las multas iba en serio.
Prácticamente con los mismos actores, el segundo video proyecta el momento que siguió a un accidente que tuvo un tráiler que transportaba cerveza. La brusquedad de un viraje para retornar en una avenida, sumada al peso de la carga hicieron que el camión se volcara desparramando cientos de cajas del escasísimo y refrescante tesoro ambarino. Una cinta amarilla separaba al cerro de cerveza de un ejército de hombres dispuestos a llenar bolsas y cajas que consiguieron para coronar la ocasión. Y así como sucede en las migraciones de ñus que ansiosos y acomodados en fila se arman de valor para cruzar un río repleto de cocodrilos hambrientos, bastó que uno cruzara la cinta de contención para que el resto de la manada se abalanzara sobre el tesoro que les obsequió la diosa fortuna. Ante la quijada caída de los policías que acordonaban la zona, solo quedaron restos de latas despanzurradas por el peso de las miles de pisadas.
En ambos videos la sana distancia, el orden o algo próximo a la prudencia no fueron parte de la escena. Los “documentales” fueron la infortunada zaga de “cuando el instinto manda”, porque tanto cromañón reunido hizo que hirviera el caldito de cultivo del contagio. Lo más seguro es que ahora más de 30 entusiastas estén contagiados, y contagiando a quienes se les ponga en frente.
¿Hay forma de detener este ímpetu? (no exclusivo de mis paisanos sonorenses, por cierto) Si ni los cánticos de la Presidenta Municipal de Hermosillo logran disuadir a la ciudadanía para que se quede en casa, ¿tendría que recurrirse a una estrategia china para poner un freno a las ganas de desafiar al virus? El escenario de la expansión del virus a nivel mundial no solo ha dejado muertos e infectados, sino también algunas maravillosas experiencias que bien valdría la pena recuperar. Me explico.
Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) es “una iniciativa editorial que se propone perdurar mientras se viva en cuarentena, es un punto de fuga creativo ante la infodemia, la paranoia y la distancia lasciva autoimpuesta como política de resguardo ante un peligro invisible”. Con ese objetivo en la mira, hace unos cuantos días publicó un libro electrónico de acceso gratuito al que tituló “Sopa de Wuhan”, y en el que “Reúne la producción filosófica (en clave ensayística, periodística, literaria, etc.) que se publicó a lo largo de un mes -entre el 26 de febrero y el 28 de marzo de 2020-. La antología presenta a pensadores y pensadoras de Alemania, Italia, Francia, España, EU, Corea del Sur, Eslovenia, Bolivia, Uruguay y Chile”.
A decir verdad, todos los artículos son bastante recomendables, pero los de Byung-Chul Han, Slavoj Žižek y Judith Butler, son fabulosos, porque nos plantean algunas pistas que nos permiten imaginar cómo será el escenario del mundo después de que pase la primera ola global de la pandemia.
Como hemos visto los países respondieron con estrategias y ritmos distintos. Por ejemplo, los gobiernos de países asiáticos como China, Corea y Japón, aplicaron medidas mucho más rígidas de control social que les permitieron aplanar la curva muy rápidamente, cosa que no sucedió con España, Italia, Alemania, Estados Unidos o México. Para los primeros fue relativamente sencillo porque la ciudadanía está muy acostumbrada a ver limitadas algunas de sus libertades básicas por medidas autoritarias que buscan mantener el orden y estabilidad social. China es un caso prototípico y súper interesante recogido por Byung-Chul Han en su texto “La emergencia viral y el mundo del mañana”.
Ahí, Han señala que China “ha introducido un ‘sistema de crédito social’ inimaginable para los europeos, que permite una valoración o una evaluación exhaustiva de los ciudadanos. Cada ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación. Se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales. A quien cruza el semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a quien pone comentarios críticos en las redes sociales, le quitan puntos. Entonces la vida puede llegar a ser muy peligrosa. Por el contrario, a quien compra por Internet alimentos sanos o quien lee periódicos afines al régimen le dan puntos. Quien tiene suficientes puntos le dan un visado de viaje o créditos baratos. Quien cae por debajo de determinado número de puntos podría llegar a perder su trabajo”.
Esto es posible porque las calles de China están vigiladas por más de 200 millones de cámaras con capacidad para hacer reconocimiento facial (detectando lunares e imperfecciones de la piel) y seguir el recorrido de todo un día de cualquier persona sospechosa de haber estado expuesta a una fuente de contagio. Por ejemplo, las cámaras de la estación de Pekín tienen la posibilidad de hacer tomas de temperatura corporal y si la temperatura de alguien resulta preocupante para el sistema de salud, “todas las personas que iban sentadas en el vagón recibirán una notificación en sus teléfonos móviles”. De igual forma, si alguien rompe de manera clandestina la cuarentena, “un dron se dirige volando a él y le ordena regresar a su vivienda. Quizá incluso le imprima la multa y se la deje caer volando...”.
¿Se imagina un escenario de control como este en México? Aunque AMLO diga que la ciudadanía tiene un cien porque se ha portado muy bien y ha hecho caso en todo, la verdad es que abundan las escenas de gente incumpliendo el llamado del “quédate en casa”, son muchos los que no han logrado entender que solo la solidaridad y consideración por los demás es lo que nos puede salvar, porque, no debemos olvidar, que las secuelas de la pandemia se llevarán largo rato, de ahí que debamos aprender a convivir con esta.
En este lidiar a futuro con la enfermedad, como dice Slavoj Žižek, se abre la posibilidad de que “otro virus ideológico, y mucho más beneficioso, se propague y con suerte nos infecte: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del Estado-Nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”.
Una sociedad así, alternativa, solidaria, consciente, responsable y respetuosa, no necesita de millones de cámaras de vigilancia, legiones de policías, ni de los miles de millones de dólares invertidos por China para hacer funcionar su sistema de crédito social.
Cruzo los dedos para que el virus remoralizador del que habla Žižek llegue pronto, pronto; muy pronto.