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"ÉTHOS"

"El orden de las palabras"

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    rfonseca@noroeste.com
    @rodolfodiazf

     

    El libro del Génesis narró el origen del mundo resaltando que Dios creó todas las cosas por medio de su palabra: dijo Dios hágase… y se hizo (Gn 1,3). Gracias a la palabra, el ser humano también crea su mundo; por medio de ella lo nombra y lo ordena. De hecho, en griego están emparentados los vocablos onoma (nombre) y nomos (ley u orden).

    Pablo Neruda cantó la excelsitud de las palabras y el amor sacral que les profesaba: “Amo tanto las palabras… Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció”.

    El orden en que se escriben o pronuncian las palabras es esencial para crear significados e interpretar correctamente los mensajes, como señaló un texto muy antiguo en que el poeta japonés Bashoo corrigió un haikú de su discípulo Kikaku:

    El poema decía así: “Libélulas rojas, quítales las alas, serán granos de mostaza”.

    El maestro leyó el poema y replicó: “No, de este modo has matado a la libélula. Di más bien: Granos de mostaza. Añádeles las alas y serán libélulas… ¿Qué quiero decir con todo esto? Casi os diría que ni yo mismo lo sé, a ciencia cierta. Tal vez pretendía tan sólo mostraros el poder de la palabra: deciros que sólo ella nos permite ponernos a salvo de la brutalidad y la estupidez; que sólo gracias a ella podemos encarar el peso del mundo recordando que el corazón existe; que es ella solamente la que nos señala lo que de nuevo trae el nuevo día”.

    ¿Ordeno mis palabras?