Manuel Clouthier
@ClouthierManuel
El Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, señaló, en su comparecencia ante la Comisión de Seguridad del Senado de la República respecto al operativo fallido para detener a Ovidio Guzmán en Culiacán el pasado 17 de octubre, lo siguiente: “Culiacán es un operativo que no debió ser, no estaban las condiciones operativas suficientemente maduras para llevarlo a cabo”.
Efectivamente “el culiacanazo” dejó demasiadas cosas en evidencia; las autoridades encargadas de la seguridad en este sexenio no están preparadas todavía para enfrentar el fenómeno mafioso. Se vieron apresuradas, descoordinadas, rebasadas, con miedo y por supuesto, fueron sometidas por el crimen organizado sinaloense.
Existe gran desconocimiento del fenómeno criminal por parte del Gabinete de Seguridad; subestimaron el problema, quizá por la soberbia que distingue a este nuevo gobierno federal. También quedó manifiesto que se carece de una estrategia para combatir al crimen organizado en nuestro país. Es necesario resaltar que el Cártel de Sinaloa es una de las organizaciones criminales más poderosas del mundo con operaciones en más de 80 países.
Por lo anterior, conviene revisar algunas experiencias que nos comparte el juez Giovanni Falcone, quien encabezó una férrea batalla contra “La Cosa Nostra” en los años 80 en Italia. Falcone nos narra en su libro “Cosas de la Cosa Nostra” que “el Estado tiene los medios para derrotar a la mafia”.
Para quienes en México creen que a la mafia no debe combatírsele, Falcone nos dice que la razón de ser del fenómeno mafioso son las ganancias, pero su esencia es el poder. “La mafia como sistema de poder, articulación del poder, metáfora del poder, patología del poder. La mafia que se convierte en Estado allí donde el Estado se halla trágicamente ausente”, concluye el fiscal italiano.
El juez palermitano nos advierte que “solo seremos capaces de combatir a la mafia entendiéndola como lo que es: una asociación criminal seria y perfectamente organizada”. Como quedó evidenciado en los hechos del jueves negro en Culiacán.
Por esto Falcone recomendaba paciencia, y tener definido un método de trabajo: “nos debemos resignar a acometer investigaciones prolijas; a recoger el mayor número de informaciones útiles y no tan útiles; a planificar estas investigaciones sobre el esquema más vasto posible para luego, cuando se tengan todas las piezas del rompecabezas, organizar una estrategia.
Saqué la conclusión, nos dice Falcone, de que es conveniente proceder con la máxima cautela, porque el Estado todavía no está a la altura para enfrentarse a un fenómeno de semejante calibre”.
“Investigar sobre la mafia es como caminar sobre el terreno minado: nunca hay que dar un paso sin estar seguro de que el siguiente no nos hará volar por los aires. Siempre eludí iniciativas que no tuvieran posibilidades razonables de éxito”, concluye el famoso “Teorema Falcone”.
Este método del especialista italiano contrasta con el nivel de improvisación, precipitación y falta de profesionalismo que imperó en el operativo de Culiacán. También quedó expuesto la superioridad estratégica y táctica del Cártel de Sinaloa sobre las instituciones de seguridad del Estado mexicano.
Las manifestaciones de violencia son un índice del estado de salud de una mafia y del nivel de control que ejerce sobre el territorio. Así en Sinaloa, el cártel mostró que goza de plena salud y que ejerce absoluto control sobre el territorio sinaloense. Y mientras Falcone se convirtió en un Magistrado de manual, un servidor del Estado para quien era obvio que el Estado debe respetarse limitándose estrictamente a aplicar la ley, en México las autoridades federales y estatales fueron humilladas por la mafia sinaloense.