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El rechazo o desdén que ha sufrido muchas veces la reflexión filosófica se debe a la relevancia que otorga al oficio de pensar.
Es cierto que las ciencias duras o exactas y el impulso de la tecnología son materia indispensable para potenciar el progreso y desarrollo. Pero, no lo es menos la filosofía, pues al potenciar el pensamiento cuestiona cualquier certeza académica y forma de gobierno, por eso a los dictadores y demagogos les asusta toparse con personas cuyo oficio sea pensar.
Antonio Muñoz Molina, precisó: “A los que mandan y a los que aspiran a mandar en España, que exista una asignatura dedicada al estudio de la rectitud en los comportamientos privados y públicos les debe de parecer tan cómico como la idea de que los corruptos vayan a la cárcel, o de que los pobres tengan el mismo derecho a la educación que los ricos, o de que la salud sea un bien tan valioso y tan primordial para la dignidad humana que no se la puede degradar sometiéndola a las leyes del beneficio privado”.
El 5 de noviembre de 1987, Umberto Eco escribió un texto titulado “El oficio de pensar”, en donde afirmó: “Amar la filosofía y practicarla profesionalmente es un extraño oficio. Se es un pensador”. Posteriormente, definió en qué consiste filosofar: “Utilizar los intersticios de nuestro tiempo para reflexionar sobre la vida, sobre la muerte y sobre el cosmos”.
Sin embargo, consideró que aún le faltaba algo a la definición y añadió: “filosofar significa también pensar en los otros, especialmente leer a aquellos que nos han precedido... Cada uno ha tratado de interpretar su experiencia desde su punto de vista. Ninguno ha dicho la verdad, pero todos nos han enseñado un método de buscar esta verdad”.
¿Ejerzo este oficio?