Editorial
Llegamos al 2021 y parece que todo sigue igual en el mundo y México no parece ser la excepción.
En Estados Unidos, Donald Trump se despidió de su Presidencia gritando fraude y poniendo como ejemplo a un país como México, donde asegura que hasta nosotros tenemos una credencial para votar cuando en EU no existe.
En Corea del Norte, el nieto del dictador fundador de ese país-prisión, Kim Jong-Un, salió a culpar a la crisis mundial del desastre económico que vive el país que controla con puño de hierro.
Mientras en Cuba se persigue a los poetas en las calles, se escudriñan sus llamadas por teléfono, y se encarcela hasta a los raperos, simplemente porque no siguen la línea marcada por el aparato en el poder.
En México, en un acto de profundo cinismo y como una declaración de intenciones, la mayoría de los diputados federales anunciaron su intención de reelegirse. ¿Que si alguno le preguntó al pueblo su opinión? Por favor.
En las próximas elecciones, el votante mexicano se enfrentará a una boleta electoral con los nombres de los mismos políticos que lo gobiernan ahora, como si fuera un deja vu, un regreso en el tiempo, o lo que es peor: va a sentir que está congelado en el tiempo y que aquí no avanza nada, salvo la pandemia.
A pesar de la llegada de las primeras vacunas, la capital del País y sus alrededores continúan en rojo encendido, como si fuera una competencia para conseguir el mayor número de contagios posibles.
El 2021 llegó, pero parece una continuación del 2020, donde los males siguen siendo los mismos y la esperanza de que se resuelven parecen, por lo menos, muy exigua.