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"Opinión"

"El juego democrático"

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    ‘…en política no hay vacíos… si lo hace mal un gobernante lo tendrá que pagar en la siguiente elección, y por eso los resultados fragmentados y polarizados, aun en estados donde todavía perviven los restos de cacicazgos políticos corruptos’

     

    jehernandezn@hotmail.com

     

    Entre Coahuila, Hidalgo y Sinaloa existen similitudes y diferencias políticas que habría que considerar en cualquier análisis de lo ocurrido el pasado domingo, pues solo así podríamos comprender mejor los alcances de los triunfos, las derrotas y prever los posibles escenarios con sus desenlaces para 2021.

    Los tres estados tienen una población y un padrón electoral más o menos similar, además, están gobernados por el PRI y la gran diferencia es que mientras en Coahuila solo se eligieron los diputados locales, en Hidalgo fueron los alcaldes, en Sinaloa, en cambio en 2021, se vivirán las primeras elecciones concurrentes de su historia pues se elegirá simultáneamente gobernador, diputados federales y locales, alcaldes y síndicos procuradores.

    A la vista, lo primero que podemos percibir es que las reformas constitucionales destinadas a alcanzar la concurrencia de todas las elecciones todavía en 2021 no será una realidad, los ejemplos de las elecciones de diputados y alcaldes de Coahuila e Hidalgo, así lo indican, sin embargo, en Sinaloa el mandato de dos años a los alcaldes y diputados en el periodo 2016-2018 y un gobernador que solo ejercerá el cargo por 4 años y 10 meses muestran que la concurrencia va en la amplia mayoría de los estados.

    Ahora bien, que en Coahuila e Hidalgo, la competencia interpartidista se haya reducido a diputados locales y alcaldes, respectivamente, debería llamar a la prudencia y a la reflexión sobre lo que ahí realmente sucedió, antes que, a festinar unos resultados como lo hace el dirigente nacional del PRI, que en el caso coahuilense seguramente se judicializará por los señalamientos de “compra de votos” y en Hidalgo, quedará probablemente un escenario de fragmentación política, nada excepcional, más bien de normalidad democrática.

    Nada fuera de lo que no pueda suceder en un ambiente de alta competencia electoral, y donde el desencanto y el abstencionismo hicieron su parte, sea por el rendimiento de los tres niveles de gobierno o por la secuela anímica que está dejando la expansión del Covid-19.

    Las elecciones de la “nueva normalidad” nunca serán elecciones convencionales, como tampoco parece que serán las de 2021, existe por un lado miedo por los alcances que está teniendo el coronavirus y sus efectos destructivos en la sociedad y su economía.

    Se habla oficialmente ya de cerca de 90 mil fallecimientos y contagios cercanos al millón de personas con un nivel de letalidad superior al 11 por ciento, o sea podríamos tener conservadoramente para julio, cuando se celebren las decenas de elecciones concurrentes si no pasa algo extraordinario -calculando sobre los ochos meses transcurridos- otros 100 mil fallecimientos y dos millones de contagiados.

    Y, digo conservadoramente, porque en el modelo Centinela no se contempla el número de fallecimientos que ocurren lejos de los hospitales y los enfermos de Covid-19 asintomáticos que pululan como moscas por un foco infeccioso.

    Y, por si eso fuera poco, el daño en la salud pública se calcula igualmente que en 2021 tendremos una caída económica del -10 por ciento respecto a 2020, lo que seguramente repercutirá en el ánimo de los electores y en ese sentido, aun cuando podríamos decir que son elecciones intermedias, con el subsecuente reflujo en la participación, también en las elecciones de Coahuila e Hidalgo hay un adelanto, sea para reprocharle a uno u otro partido gobernante.

    Esta semana un dirigente campesino coahuilense de la izquierdista Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA), hacía un análisis desde el desencanto de lo ocurrido en Coahuila, y señalaba con dolor el abandono del campo que a su juicio explicaba los resultados en su estado y pronosticando un escenario similar en 2021.

    Y en alguna forma tenía razón, en política no hay vacíos, y menos donde hay juego democrático, si lo hace mal un gobernante lo tendrá que pagar en la siguiente elección, y por eso los resultados fragmentados y polarizados, aun en estados donde todavía perviven los restos de cacicazgos políticos corruptos. ¿Cuál debería ser la enseñanza de estos resultados parciales para la política de Sinaloa?

    Primero, las elecciones de Coahuila e Hidalgo se polarizaron en la fórmula PRI-MORENA, habrá estados donde se dé la mancuerna PAN-Morena, no estoy seguro que los haya PRI-PAN, pero tampoco es descartable sobre todo a nivel municipal, y en Sinaloa todo indica que será la dupla PRI-MORENA, aunque puede haber amarres que den paso a un candidato PRIMOR y eso dependerá de las decisiones que se tomen en Palacio Nacional, que están viendo sobre todo la futura integración de la Cámara de Diputados (lo demás puede ser negociable).

    Segundo, la elección será la prueba de fuego del desempeño de Quirino Ordaz, y también de los alcaldes priistas, morenistas y petistas, que si tomamos como buenos los resultados de las encuestas de Consulta Mitofsky y Massive Caller, han venido a menos de como estaban hace un año, y eso podría explicar un mayor o menor realineamiento electoral a nivel estatal y municipal; y,

    Tercero, el factor Covid-19, con cerca de 50 mil contagios por confirmar y más de 3 mil 500 fallecimientos, que habría que duplicar de aquí a la fecha de las elecciones del próximo año, con un claro énfasis en los centros urbanos donde ha pegado más duro en términos de salud, pero, además, duro en lo económico, pese al repunte que hemos visto por la apertura prácticamente absoluta de la economía.

    Los datos de Codesin así lo indican. En el periodo más álgido se perdieron miles de empleos formales, se recortaron salarios y por parte del gobierno no hubo apoyos fiscales a las empresas, ni a los trabajadores, más allá de los microcréditos y gestiones ante Nafin lo que está provocando el cierre de cientos de empresas y estamos viviendo una concentración de la actividad económica sobre todo en el sector del comercio. Empresas trasnacionales como Cotsco, Walmart-Sams están haciendo su agosto lo que confirma que en épocas de crisis del capitalismo se cumple esa regla de la lógica del capital.

    Finalmente, o me gusta el axioma de que, a crisis económica, automáticamente realineamiento electoral, porque en esta materia concurren una gran cantidad de factores y en particular, más en un país como el nuestro, donde hay clientelismo político y tenemos una figura presidencial providencial cargada de nuevos símbolos justicieros que tienen a MORENA en lo más alto de las marcas electorales.

    Que, como colofón, se puso en juego en las elecciones pasadas con resultados que muestran indicios de que la marca no lo es todo y habría que ver el desempeño de los gobernantes morenistas además de la capacidad de gestión de sus senadores, diputados y regidores, y eso será definitivo a la hora de votar de la franja más impermeable a los mensajes y símbolos.

    ¡Al tiempo!