Arturo Santamaría Gómez
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Andrés Manuel López Obrador rindió su segundo Informe de Gobierno -uno de los más breves que se recuerde en la historia de estos documentos- en medio de una triple crisis: la sanitaria, la económica y de inseguridad, y todavía con un muy aceptable nivel de aceptación en la ciudadanía, según el promedio de encuestas que roza el 60 por ciento.
Salvo en su estilo, el Informe no arrojó nada diferente a lo que el Presidente de la República ha dicho en las mañaneras y en los videos que difunde los fines de semana. En efecto, el documento fue austero en cifras, palabras, audiencia y ornato. Y también nos ahorró el anacrónico y grotesco besamanos posterior a la lectura, y las ridículas entrevistas previas que les hacían a las familias de los presidentes los periodistas Zabludovsky, López Dóriga, Loret de Mola o Javier Alatorre para preguntar a qué hora se había levantado el Presidente y qué había desayunado.
En cuanto a estilo, AMLO rompió moldes. El segundo Informe fue casi espartano, sin estridencias aunque sí con frases arrogantes, como: “el mejor Gobierno para el peor momento” y aseveraciones falsas, como: “se acabaron las masacres”.
También sorprendió que el Presidente citara a Adam Smith, ilustre teórico del liberalismo económico clásico e inspirador de los neoliberales, para justificar ideológicamente el programa de la 4T en sus políticas hacia los pobres. Días antes se había apoyado en el Papa Francisco en el mismo sentido, y en el Informe recurrió al autor de La Riqueza de las Naciones y Teoría de los Sentimientos Morales, como para decir: “Tengan para que aprendan”, ellos también están conmigo. Y sí, en realidad López Obrador está mucho más cerca del liberalismo e incluso del neoliberalismo (asistencialista) que del socialismo (como dicen quienes lo aborrecen); pero este tema lo dejamos para después.
Andrés Manuel López Obrador no es el Presidente segundo mejor evaluado en el mundo, como él sostiene, y está lejos de serlo, pero no deja de ser sorprendente la aún alta aprobación de la que goza entre las mayorías ciudadanas.
Diferentes investigadores académicos y organizaciones de la sociedad civil encuentran innumerables fallas en los programas sociales del Gobierno federal, pero aun así, es obvio que funcionan en lo fundamental, porque no se podría explicar de otra manera el sólido respaldo que emana de los sectores sociales que los reciben.
Es muy cierto que la comunicación política de AMLO ha sido muy eficaz y que esta es una pieza clave en la aceptación mayoritaria, pero no hay discurso político e ideológico alguno que se pueda sostener si no está apuntalado por sólidas columnas de beneficio social tangible. Así pues, el hijo del trópico tabasqueño llegó a su segundo Informe de Gobierno con un firme respaldo ciudadano entre los que tienen poco.
Pero es más sorprendente que las proyecciones electorales para el 2021 le concedan a Morena el triunfo en casi todas las gubernaturas y alcaldías en disputa y, por si fuera poco, también en las legislativas federales. Es decir, el próximo año podríamos presenciar la reedición del tsunami lópezobradorista de 2018, aun sin AMLO en las boletas.
Según la casa encuestadora Massive Caller, en su medición del mes de agosto, Morena, sin alianza, podría obtener más del 60 por ciento de la Cámara de Diputados, lo cual le otorgaría al Gobierno de la 4T el poder suficiente para seguir impulsando su programa.
Para un gobierno con tantas contradicciones, disfunciones y errores, y en medio de tres crisis socialmente devastadoras, sorprende que no experimente una crisis política y que se apreste a fortalecer su capital político en 2021. Esta paradoja, no podría explicarse tan solo con la funcionalidad de los programas sociales y la eficacia del discurso y el carisma amloista, sino también por la abismal pobreza política de sus opositores.
Si hubiese una correspondencia entre la crítica diaria en la gran mayoría de los medios de comunicación del País y las estructuras partidarias contrarias a AMLO y Morena su fuerza política sería enorme, pero no es así. En política las ecuaciones no son mecánicas porque ni los partidos políticos tradicionales, como el PRI, PAN, PRD, y los emergentes, como México Libre, tienen la fórmula para minar las bases sociales de apoyo electoral a AMLO-Morena, su ideología e intereses se los impide.
Posdata
En Sinaloa, el PRI no ocuparía el segundo lugar de las preferencias electorales en 2021 si no fuera porque Quirino Ordaz hasta ahora ha sido bien evaluado por los ciudadanos, pero no parece que le vaya alcanzar para permanecer en el poder. Y menos, si se divide, como tal parece ser que sucederá con la postulación de Sergio Torres por otros partidos.
Por otro lado, en Morena creen que es necesaria la alianza con el PAS porque le garantiza el voto corporativo uaseño que este controla. ¡Lástima de pragmatismo. Réquiem por los principios de papel!