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Son años de tristeza profunda con varias causas. Cientos de miles de muertes, muchas evitables, dolorosos vacíos. Enfermos esperando en las calles una cama. Millones de desempleados, empresas nacidas de las ilusiones, hoy enterradas. Tristeza también por la tormenta que nos abraza y que brota de una cabeza y sus corifeos.
Del “rayito de esperanza” a la desesperación y el desconsuelo. El impulsor de la “Cartilla Moral” rodeado de inmorales protegidos. El crítico de los despilfarros, gastando a manos llenas para satisfacer sus obsesiones personales, tan poderosas que fue capaz de enterrar un aeropuerto, cientos de miles de millones de pesos, para levantar, contra los criterios técnicos, el propio, con SU sello. Vanidad de faraones. El crítico de los despilfarros dando dinero a sus familiares para campos de beisbol, pero no lo hay para los niños con cáncer. Cómo no estar tristes si no corrige y en cambio insulta, se mofa. No es el “Instituto de la Transparencia”, se llama INAI, para hacérselo fácil. No es el “director del INE”, es el presidente de un Consejo elegido por el Legislativo en un complejo proceso.
En la embriaguez destructora de su tormenta, arremete contra las instituciones del tercer sector, sin saber siquiera lo que hacen. Lo mismo contra los fideicomisos y los órganos reguladores. El huracán mental, olvida que esa acción subvierte varias normatividades desatando batallas que tiene legalmente perdidas. En su ruta obsesiva ha perdido muchas otras, pero no le importa. La victoria sólo está en su mente él la inventa. Las inversiones están corriendo de un país gobernado por un delirio que destruye cualquier contrapeso, que está dispuesto a violentar la ley electoral para alimentar su insaciable apetito de poder. En menos de dos años su tormenta personal nos genera problemas con Bolivia, España, Naciones Unidas, la OMS, con los demócratas por hacerle campaña a su compañero de conflictos, Trump y, ahora con la DEA y el Departamento de Justicia y la próxima administración de la primera potencia y principal socio. ¿Ofrecer asilo a Assange? Qué hacemos en esa danza. Eso sí, ofendemos a Inglaterra.
Pero hay más, las Fuerzas Armadas que, en México ostentaban la particularidad, envidiada por muchos, de seguir funciones muy acotadas y un papel discreto, hoy, por los remolinos de una sola mente, desfilan ante el mundo bajo una metralla de sospechas y desprestigio. Qué futuro les puede traer una jefatura que vive del conflicto.
Las ráfagas que cruzan por esa mente niegan al siglo vivimos, al desafiante mundo que no le interesa y a la ciencia. En sus noches de borrasca deciden que el sector energético debe ser similar al de hace casi un siglo. Y entonces sacan las espadas, viva el combustóleo y el carbón, mueran las energías limpias y claro Tesla empaca sus maletas argumentando que esa actitud cavernaria no es compatible con la filosofía de la empresa automotriz más exitosa del mundo, con la tecnología del futuro. El Gobierno mexicano apuesta a los dinosaurios. Esa negación de la realidad alimentada por los relámpagos de odio contra fantasmas, lo llevan a declarar una guerra a los “privados”, que son poder permanente. Él saldrá de la Presidencia y los “privados” estarán allí, regresarán con proyectos que hoy tienen dormidos. Otra batalla perdida de antemano por una embrujada constelación de odios y venganzas. El daño ya está hecho.
Y qué decir del manejo de la pandemia, ya es parte de su historia: negación, ridícula previsión, machismo sanitario, no al cubrebocas, muchas mentiras y soberbia. El objetivo es claro: vacunar lo antes posible, de manera ordenada, al mayor número de mexicanos. Por qué excluir al sector privado que tiene muchos recursos materiales y humanos, por qué no atender las ofertas universitarias, por qué no hacer de la vacuna una sana obsesión nacional que convoque a la unidad. No, mejor seguir en la tormenta.
Tristeza, mucha tristeza, una tormenta personal hunde a México.