‘La lógica, o mejor la simple sensibilidad política, indicarían que un proyecto turístico de esta envergadura debería convocar el esfuerzo al menos de los dos niveles de gobierno, pero, no fue así, cada uno llevó a España su agenda, y sólo en contadas ocasiones los funcionarios públicos se tomaron la foto en el stand de México’
Quien haya dado seguimiento a los boletines de prensa del Gobierno del Estado durante los días en que el Gobernador y su comitiva estuvieron en Madrid para asistir a la Feria Internacional de Turismo (FITUR), se habrá dado cuenta, que el gran ausente en esas circulares fue la llamada “Riviera Mazatlán” que los alcaldes morenistas de Mazatlán y Escuinapa fueron a poner como producto terminado en este gran supermercado de los viajes turísticos internacionales.
La lógica, o mejor la simple sensibilidad política, indicarían que un proyecto turístico de esta envergadura debería convocar el esfuerzo al menos de los dos niveles de gobierno, pero, no fue así, cada uno llevó a España su agenda, y sólo en contadas ocasiones los funcionarios públicos se tomaron la foto en el stand de México.
¿Qué hay detrás de esta doble agenda del Gobernador y los alcaldes morenistas de Mazatlán y Escuinapa en el mayor cónclave del mundo en materia de turismo? ¿Se justifica que cada uno de ellos haya ido por su lado? ¿Seguirán haciéndolo en este tema?
Buscando respuestas asistí cómo observador a la conferencia de prensa, donde los alcaldes informarían sobre los resultados del viaje a Madrid, esperando encontrar pistas sobre el desencuentro señalado y los beneficios que tendrá este viaje pagado por los contribuyentes del sur del estado.
Ahí estaban los dos alcaldes, ninguno de los otros del sur del estado, acompañados de funcionarios, empresarios, músicos y hasta una regidora que seguramente fue parte de la comitiva mazatleca. Sólo parecía faltar el titular del Instituto de Cultura, quien fue quien llevó el mayor número de personas con el mayor costo para los contribuyentes.
En esa conferencia el Alcalde mazatleco hizo una descripción detallada hasta el hastío de lo que habían logrado en aquellos días fríos de Madrid y no se limitó cuando se trata de exaltar lo “bien que nos trataron”, “lo bien que nos fue” y por ahí se fue, dejando el rastro de instituciones, y nombres de grupos y personas -algunos que hasta generaron sonrisas en el momento de pronunciarlos- y en medio de estos tropiezos verbales, estaba la exaltación de la Riviera Mazatlán mientras circulaban imágenes donde está siempre el Alcalde sonriente departiendo con propios y extraños.
Esperaba que por fin el Alcalde dijera fuera del oropel de la publicidad qué es la Riviera Mazatlán y cómo se inscribe en el Plan Municipal de Desarrollo, y lo único que escuchamos los presentes fue que es una marca turística. Sí, una marca como la Coca Cola o El Cid. Sólo, que con una gran diferencia, aquellas marcas consolidadas son tangibles y se pueden disfrutar sea bebiéndolas o tirándose en la playa con un daiquiri en mano.
La Riviera Mazatlán si existe es como potencialidad, es decir, unas bellezas naturales que ahí han estado por los siglos de los siglos y donde se han construido centros de población. Pero un producto turístico es mucho más que eso, como lo indica la experiencia de los “centros turísticos integralmente planeados” o mejor, todavía, la Riviera Maya, que es un complejo de instituciones públicas y empresas privadas, instaladas en un territorio con bellezas naturales excepcionales, servicios turísticos diversos y de calidad, rutas arqueológicas, etc. etc. Es decir, un producto turístico en donde todas las piezas ponen cada una de ellas su mejor parte para un consumidor ávido de consumirlas en tiempos de ocio.
En ese caso sería impensable que el gobierno federal, los gobiernos de los estados y los alcaldes y los prestadores de servicios turísticos del sureste, no contribuyeran al éxito de este tipo de iniciativas de desarrollo regional y es que es un excelente detonante de la actividad económica, sea como generador de empleo o de consumo. La gente ahí sí quiere ir y gastar sus euros, por eso llegan vuelos fletados desde Europa, Norte y Sudamérica.
Pero, en “nuestra” iniciativa de Riviera Mazatlán, lo que vi y escuché en medio del “nos fue muy bien, todos quieren venir a conocerla”, me dejó la sensación de que fue una ocurrencia más con cargo al erario, le falta lo vimos el acompañamiento hasta de la mayor parte de los propios alcaldes que teóricamente la impulsan. No estuvieron en la conferencia de prensa los alcaldes de San Ignacio, Elota, Concordia y Rosario para enterarse de “lo bien que nos fue” y eso indica que ahora no tiene futuro, que el Alcalde y su equipo deben detenerse a reflexionar sobre seguir metiéndole dinero bueno al malo. Más notoria fue la ausencia del Secretario de Turismo del Gobierno del Estado, quien por mera cortesía debió acercarse y acompañar al disminuido número de promotores, pero no, ni siquiera mandó representante y sólo se le mencionó a pregunta expresa de un reportero confirmando la distancia existente entre los niveles de gobierno.
La distancia del Gobernador y su Secretario del ramo turístico, con relación a la iniciativa Riviera Mazatlán sólo se explica en que es una iniciativa sin pies ni cabeza, a la que le ganó la prisa de aparecer en la FITUR, cuando debería haberse consensado el proyecto y presentarlo formalmente por todos los alcaldes para que sea incluido en el presupuesto federal de 2021.
No se hizo y ahora su promotor se agarra de cualquier promesa para justificar ese gasto millonario - como indica que, en lugar de traer firmas de líneas aéreas u hoteleras, informa a la concurrencia que trae el interés de una empresa por construir en la región tubos de PVC-, es decir, buscó el Alcalde como un Hernán Cortés revivido ir a la madre patria a “vender cuentas de vidrio”.
Ojalá y esta enseñanza lleve a la prudencia y a la sensatez, el puerto merece optimizar los recursos escasos para favorecer el programa social de su partido y eso no se vio y seguramente si sigue con esta fuga de tropiezos y malas decisiones terminará su mandato como el Alcalde que pudo ser pero que no se atrevió a serlo. Le sobraron ocurrencias y le faltó el timming tan preciado en política.
Al tiempo.