“La dimensión del crimen –otro más que se suma a la larga cadena de horrores que no cesa de sufrir el país—hace fracasar el lenguaje” escribió Javier Sicilia en la claridosa y demoledora carta a su amigo y compañero de batallas Julián LeBarón. El fracaso del lenguaje no es otra cosa que la derrota de las ideas, la incapacidad de nombrar y por lo mismo de comprender lo que está sucediendo. Cuando las palabras se agotan o, peor aún, se desgastan, quedamos indefensos ante la realidad que nos rodea, dejamos de ser quienes la construyen para convertirnos en simples guijarros arrastrados por una corriente cuyo derrotero es tan incierto como la fuerza misma que la genera.
¿Cuándo perdimos la palabra?; ¿en qué momento éstas dejaron de significar lo que significaban para convertirse en vocablos huecos, incapaces de generar y dar sentido a lo que nos rodea? Me gustaría decir que fueron otros los que nos robaron el sentido, que somos víctimas inocentes de ese hurto mayor, que, como en un cartón de Trino, fueron extraterrestres los que abdujeron los referentes y vaciaron las palabras. Pero no es así, el lenguaje lo desgastamos todos e hicimos del crimen, el odio y la violencia un sin sentido cotidiano. ¿Por qué no estamos todos en la calle protestando?, ¿por qué el Secretario de Seguridad, la Fiscal de Sonora, los mandos de la Guardia Nacional no han puesto su renuncia a disposición de sus superiores?; ¿por qué el Presidente dice que vamos bien? ¿Por qué los medios aceptamos respuestas falsas sin chistar? Porque palabras y conceptos como solidaridad, responsabilidad, rendición de cuentas, derecho a la información han sido vaciadas, vulgarizadas, anodizadas.
Los políticos, los medios y las redes somos los principales responsables del lenguaje vacuo. Cuando los gobernantes mienten impunemente, cuando frente a la realidad siempre se tienen otros datos, cuando la verdad tiene alternativas o se le llama golpe de Estado a una crítica de los opositores; cuando los medios hablamos de caos ante un problema de tráfico, de crisis cuando hay un dato negativo en la economía, cuando confundimos un fraude con un delito electoral aislado o usamos eufemismos como irregularidad para hablar de un acto de corrupción; cuando las redes sociales gritan complot ante una coincidencia de criterios o prensa vendida a quien ejerce su derecho a disentir, lo que estamos construyendo es un mundo literalmente sin sentido.
Recuperar el lenguaje, es lo único que nos permitirá hablar del horror y entenderlo como tal, pensar el mundo y eventualmente comprenderlo y recomponerlo. Regresarles a las palabras su significado es la base que nos permitirá entendernos, discutir para llegar a un acuerdo o al menos saber en qué no estamos de acuerdo.
“Ya es tiempo de que sea tiempo” dice Sicilia en su carta. Tiempo de poner un verdadero alto al dolor, tiempo de que el dolor palpite de nuevo el corazón, dice. Quizá también sea tiempo de regresarle el valor y el sentido a la palabra.
Sinembargo.MX
@DiegoPetersen