@DeniseDresserG
Helo ahí, con el puño en alto, preparándose para pelear contra el gobierno entrante de Biden. Helo ahí, envuelto en la bandera, decidido a defender la soberanía nacional, aunque no lo hizo durante los últimos dos años. López Obrador está buscando pleito con Estados Unidos, bayoneta en mano, como si estuviera en jaque tanto su hombría como el honor del país. Con Trump calló, pero con Biden gritará. Con Trump fumó la pipa de la paz, pero con Biden batirá los tambores de la guerra. Con el Presidente saliente bailó de cachetito, pero al Presidente entrante buscará cómo meterle el pie. Al exonerar a Cienfuegos y denunciar a la DEA, AMLO ha decidido escribir la crónica de una confrontación anunciada porque cree que eso le redituará políticamente, electoralmente, personalmente. Revivirá el patriotismo setentero aunque no sea necesario, ni bueno para el país.
Vaya contraste, vaya viraje de 180 grados. El lopezobradorismo y el trumpismo se llevaron requetebién, porque el gobierno de México se puso a disposición del gobierno de Estados Unidos. Trump amenazaba y AMLO sucumbía. Trump tronaba los dedos y AMLO obedecía. Instancia tras instancia, López Obrador cedió y concedió con el argumento de "llevar la fiesta en paz". Y así nos fue. México permitió que Estados Unidos impusiera de manera unilateral una política migratoria inhumana que corre en contra de todos los principios que decimos defender. Aceptó la medida "Quédate en México", lo cual nos convirtió -de facto- en Tercer País Seguro, produciendo una crisis humanitaria en la frontera. Calló cuando Trump enjauló a niños mexicanos y los separó de sus padres, mientras construía y presumía un muro que México iba a pagar. Guardó silencio frente a la humillación y deportación arbitraria de miles de nuestros connacionales. Convirtió a la Guardia Nacional en una fuerza persecutoria de inmigrantes, reproduciendo en nuestra frontera sur el maltrato que antes denunciábamos en la frontera norte. La 4T no quiso ser vecino distante del bully bravucón; acabó acurrucándose con él.
Porque López Obrador le tenía miedo a Trump y a las represalias que podría tomar. O porque hablaban el mismo lenguaje y recurrían al mismo tipo de narrativas para gobernar. Sea cual fuere la afinidad electiva, entre ambos surgió un "modus vivendi" funcional; un toma y daca que les convenía. López Obrador podía violar derechos, cercenar libertades, violar acuerdos, liberar a narcotraficantes, y desconocer compromisos energéticos y regulatorios del T-MEC, sin que el Presidente estadounidense respingara al respecto. Bajo Trump, López Obrador tuvo rienda suelta y tan es así que logró la repatriación de Cienfuegos, con el compromiso de juzgarlo en México. Esa promesa ya la incumplió.
Si AMLO antes era pacifista, ahora será pugilista ya que no le teme a Biden como le temía a Trump. Ya hizo un cálculo político y cree que le beneficiará subirse al ring, en vez de tirar la toalla como lo hizo con Trump. Por eso retrasó su felicitación al nuevo Presidente, promovió una ley para regular agentes extranjeros -DEA, CIA, FBI- operando en México, impulsó medidas que buscan regresar al modelo energético carbonizado, petrolizado y estatista, marginando a inversionistas privados, ofreció asilo a Assange, rehusó condenar la violencia incitada por Trump en el Capitolio, criticó a Twitter y a Facebook por la "censura" al Ejecutivo estadounidense, acusó a la DEA de fabricar evidencia sobre Cienfuegos, lo exoneró sin una investigación creíble y finalmente hizo público un documento confidencial sobre el caso, produciendo reacciones iracundas del Departamento de Justicia. AMLO no está tendiendo la mano, está haciendo política a puñetazos.
López Obrador quiere crear un mal clima en la relación porque atiza los ánimos antiyanquistas y con ello arenga a su base electoral. Crea otro adversario para que sus fieles lo embistan, y con ello distrae de la pandemia. Arranca aplausos fáciles y además se vacuna en salud: si Biden comienza a criticar lo que AMLO hace o deja de hacer, lo acusará de intervencionismo imperialista. Promoverá el pleito para después descalificar el escrutinio. Y parafraseando a Orwell, no puedes martillar un clavo con palabras, pero sí puedes empezar una guerra. AMLO quiere guerra con los gringos para poder decir: "Pobre México: tan cerca de Estados Unidos, pero gracias a Dios tan cerca de mí".