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@rodolfodiazf
Una de las frases más conocidas de Jesús, dice: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). En efecto, quien ama no puede permanecer indiferente ante las necesidades de la persona amada.
El test que Jesús ideó para reconocer si se tenía amor por los demás, o era simple apariencia o utilidad, consistió en la ayuda que se proporcionara a los necesitados: “Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; era forastero, y me acogieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a verme” (Mt 25, 35-36).
La Princesa Alicia del Reino Unido (quien falleció el 14 de diciembre de 1878) tuvo que cuidar de toda su familia durante la terrible epidemia de difteria negra. Su hija mayor, Victoria, fue la primera en enfermarse y morir. Otros cuatro hijos (a excepción de Isabel) y su esposo también enfermaron: Alejandra, María, Irene y Ernesto.
Cuando éste último cayó enfermo, Alicia trató de confortarlo a pesar de las restricciones de la cuarentena. Según una narración, oyó que Ernesto le susurró a una enfermera: “¿Por qué mi mamá ya no me besa?”, palabras que cayeron como penetrante dardo sobre su corazón. Corrió a abrazarlo, lo cubrió de besos, se contagió y a los pocos días falleció.
El amor tan grande que Alicia profesó hacia todas las personas, no solamente hacia su familia, fue reconocido en un texto publicado en el Times: “Las personas más humildes se sentían afines a la princesa, que era un modelo de virtud familiar como hija, hermana, esposa y madre… Su abundante compasión buscó fuentes de ayuda para el gran desperdicio desconocido del sufrimiento humano”.
¿Qué tan grande es mi amor?