"El alcoholímetro: una de las farsas que persisten en Culiacán"
alberto.kousuke@uas.edu.mx
Las festividades de fin e inicio de año son sinónimo de celebración, festines, obsequios, y viajes para muchas de las familias mexicanas. Los mexicanos ostentamos el título de campeones mundiales en gastos de temporada (48 por ciento del ingreso disponible, World Economic Forum).
Cabe destacar, que los mexicanos destinamos hasta el 16 por ciento del ingreso disponible para procurar bebidas alcohólicas. En Sinaloa, el 56 por ciento de los accidentes viales son relacionados con el consumo de alcohol, perpetrados en su mayoría por jóvenes entre los 15 y 30 años de edad.
En estas fechas, los policías están especialmente atentos a las personas que conducen bajo la influencia del alcohol. Lamentablemente, dicha vigilancia no es necesariamente para salvaguardar la integridad de los ciudadanos de Culiacán, sino para engordar la billetera de los guardianes de la ley y el orden con las célebres “mordidas”.
La escena siempre es la misma: una hilera de patrullas deteniendo automóviles con conductores en probable estado de ebriedad, dejando ir libremente a aquellos que pagaron la cuota. No obstante, la corrupción no es la única razón por la cual debemos de desconfiar de los alcoholímetros.
Sin entrar mucho en tecnicismos, el alcoholímetro detecta el contenido de alcohol en sangre (BAC). Cuando consumimos alcohol, este es absorbido en el estómago y viaja a todo el cuerpo a través de la sangre. El BAC se puede inferir con el aliento, ya que los pulmones se encargan de modular el intercambio de gases entre la sangre y el aire. El alcoholímetro calcula el nivel de alcohol disuelto en el aire exhalado.
El BAC estriba de qué tanto alcohol se ha consumido, el metabolismo del individuo (edad, peso, talla, sexo, medicamentos, etc.). A final de cuentas, el alcoholímetro es una estimación del BAC, un examen de sangre sería el procedimiento más exacto. Un BAC de 0.1 por ciento representa una parte de alcohol por 1000 partes de sangre (0.10g de alcohol por cada 100ml de sangre).
El hígado metaboliza una bebida estándar (12 onzas de cerveza, 5 onzas de vino, o 1.5 onzas de licor) por hora. El ingerir una o dos bebidas incrementa el BAC entre 0.01-0.05 por ciento. Asimismo, dos o tres bebidas aumentan el BAC entre 0.06-0.10 por ciento. En este rango, la memoria, el juicio, el tiempo de reacción, la percepción, y los movimientos se encuentran alterados.
Tener un BAC todavía más elevado ocasiona los efectos que ustedes ya conocen: conducta social inapropiada, pérdida del balance, dificultad del habla, pérdida de la memoria, hablarle al ex, hablarle a Hugo, y hasta la muerte.
En Sinaloa, el límite de BAC tolerado es de 0.04 por ciento (en EUA y Canadá es de 0.08 por ciento). Esta ley es sensata, no obstante, los alcoholímetros sufren de un 50 por ciento de margen de error (FDA, 2019). Parte de este problema es la sensibilidad del dispositivo, debe de ser calibrado y utilizado apropiadamente.
Además de una correcta calibración y manejo del aparato, se debe de tomar en cuenta que existen distintas sustancias presentes en el aliento que tienen similitudes moleculares con el etanol y que son capaces de alterar la lectura del alcoholímetro (la acetona es una de ellas).
La acetona es un compuesto derivado de las cetonas. Las cetonas son productos del metabolismo, las cuales se pueden encontrar aumentadas en personas diabéticas, y en aquellos que están a dieta o hacen ejercicio intenso. Incluso el comer pan puede incrementar los niveles de acetona (por la actividad de la levadura).
En ningún caso, el alcoholímetro no debería de ser considerado una herramienta adecuada para medir el BAC y el nivel de embriaguez se debería de complementar con otras pruebas.
Una de ellas, es el test de Romberg. Esta prueba consiste en determinar si una persona está intoxicada o no, y se basa en la evaluación de tres funciones que son necesarias para mantenerse parado (visión, propiocepción, y equilibrio) y que son alteradas con el consumo de alcohol. Grosso modo, si pasas el test de Romberg estás capacitado para operar un vehículo motorizado.
El problema de los alcoholímetros no es si nos arrojan datos certeros o no, sino la corrupción de los agentes policiacos que aceptan sobornos y dejan libres a los borrachines. Sin duda, la responsabilidad de no conducir bajo los efectos del alcohol es nuestra, lamentablemente, nuestra sociedad tiene la mentalidad de un infante que necesita de escarmientos para acatar las reglas.